El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales, al servicio de los intereses económicos de los poderosos”. Así, en una frase, el papa Francisco reparte sus críticas tanto a regímenes populistas, como a los gobiernos liberales que terminan por estar al servicio del poder económico.
El papa, que a su vez ha sido señalado en más de una ocasión como populista, distribuye culpas, en su más reciente encíclica, Fratelli Tutti. No es que el pontífice deje de reconocer la existencia de legítimos liderazgos populares: “Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, pueden ser la base para un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común”.
Sin embargo, además de ésta última crítica velada, señala inmediatamente muchos de sus defectos: “Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar, en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder”. Y por si no quedaba clara su crítica a dicho populismo, el papa remata: “Otras veces busca sumar popularidad, exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población. Esto se agrava, cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad”. El papa hace, de hecho, un retrato hablado del populismo: “Los grupos populistas cerrados desfiguran la palabra ‘pueblo’, puesto que en realidad no hablan de un verdadero pueblo… Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto permanentemente a las nuevas síntesis incorporando al diferente”. Y sigue: “Otra expresión de la degradación de un liderazgo popular es el inmediatismo. Se responde a exigencias populares en orden a ganarse votos o aprobación, pero sin avanzar en una tarea ardua y constante que genere a las personas los recursos para su propio desarrollo… Por otra parte, ‘los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras’… Por ello insisto, en que ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias”.
En suma, el papa entiende muy bien las desviaciones de los proyectos populistas y su crítica a ellos es definitiva. Aunque se debe agregar que, una vez terminada ésta, pasa también a cuestionar “los valores y límites de las visiones liberales”, así como cierta visión del mercado y en particular del neoliberalismo. Dicho esto, uno puede entender cómo recibió el Papa las peticiones que le hizo el Presidente de México, a través de su esposa. Probablemente se acordó de lo que dijo en esta encíclica: “la historia da muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos”.