Hablando del festejo del 20 de noviembre, López Obrador dijo así: “Va a ser muy importante el desfile, va a haber muchos, muchos, muchos caballos, y villistas y zapatistas y carrancistas, y el ferrocarril, como se hizo la Revolución”.
Bien bonito todo, pero escucharlo de labios del hombre en la cima del poder político no deja de darme ñáñaras; todavía no sé si el Presidente suena como un niño pequeño contando qué regalos le van a traer los Reyes o, peor, como un adulto ilusionando a ese niño con quimeras para que no se fije en que su mamá tiene cáncer y su papá acaba de ser despedido. Lo innegable es que los de la T4 aborrecen la sustancia del gobierno, es decir, la gestión efectiva y la resolución de problemas concretos, favoreciendo en su lugar los panes y circos que, al contrario de asuntos esenciales como educación o salud, nunca son alcanzados por esa austeridad republicana que el Presidente les receta a todos menos a sus favoritos.
El año pasado, para el mismo desfile, la Sedena gastó más de 4 millones de pesos en arrear 3 mil caballos para que desfilaran por el Zócalo, además de cerca de 400 mil en transportar una locomotora de época llamada Petra, y otro millón en disfrazar actores de personajes históricos, cuetes y luces, dándonos un total de más de 10 millones de escandalosos pesos. Los chicos de Corriente Alterna, el laboratorio de periodismo de la burguesa UNAM, reportan que la maqueta del Templo Mayor costó poco más de 18 millones de pesos por el único mes que estuvo allí. Sí, la ficha tapada ha dicho hasta el cansancio que no se erogó un peso, lo cual no es falso pero tampoco verdadero: efectivamente Ocesa no vio ni un quinto, pero sí exenciones fiscales por esa cantidad que el erario va a dejar de recibir. Lo más enfurecedor es que el verdadero Templo Mayor, a un paso del de tablaroca, permanece cerrado y con su techo desplomado: el presupuesto para su conservación y estudio para 2021 ha sido fijado en 530 mil pesos, apenas 3 por ciento del costo del de mentiritas.
El mismo absurdo parece perpetrarse con el espejismo de la revocación de mandato. El Presidente, en su afán de parecer demócrata, al tiempo que subvierte las instituciones que hacen posible la democracia, insiste en un ejercicio innecesario y redundante pero que nos va a costar 3 mil 830 millones de pesos, mismos que López y sus secuaces no solo no van a autorizar, sino que van a recortarle al INE 5 mil millones: “Que lleven a cabo un plan de austeridad, que se bajen el sueldo, ganan mucho, los consejeros ganan más que el Presidente, que ya le bajen a los viáticos, a las comidas y los vinos, y a todos los gastos superfluos”, le lanzó López Obrador al instituto.
Sí, la barra está muy baja, pero el Presidente no puede ser tan tarado como para no saber que ni todos los patos del Hunan suman los miles de millones de pesos que se necesitan para montar su teatrito de la revocación. El teatrito de enlodar al INE atizando los resentimientos más inmaduros e infantiles de sus solovinos, maniatando a la única institución que garantiza la limpieza de nuestros votos, por el otro lado, ese va viento en popa.
Roberta Garza
@robertayque