A fines de julio López Obrador anunció que, en el marco del desfile militar que prepara para celebrar nuestra Independencia, le respondería “a las presiones de los Estados Unidos y Canadá” relativas a sus quejas por la política energética regresiva que busca implementar la T4. Luego de esa elegante floritura diplomático-musical que les recetó a los masiosares por medio del “Ay, qué miedo, miren cómo estoy temblando” tocado en una mañanera a finales del pasado julio, y de la declaración de traidores a la patria contra todos los mexicanos que osaron cuestionar las fallidas reformas y la Ley de la Industria Eléctrica, me estaba imaginando que el presidente nos regalaría un discurso de estadista, un portento de retórica política, un dignísimo hasta aquí en defensa de nuestra soberanía, pero parece que nos vamos a quedar con las ganas; ayer se anunció claramente que no, que el 16 de septiembre López no hablará del tema. ¿La razón? El mandatario explicó que el tono desde la Casa Blanca había cambiado, que valoraba “La relación respetuosa … no tiene caso seguir alentando diferencias … no puede haber peleas porque está primero el interés de los pueblos”, y que, además, quería usar la fecha para anunciar su plan maestro para que entre el papa, el secretario general de la ONU y el primer ministro de la India negociaran la paz entre Ucrania y Rusia en 15 minutos.
En realidad el tono de Biden hacia México, a diferencia del de su predecesor, siempre ha sido oficial y cortés. Tampoco han aflojado una coma ambos vecinos al norte en sus demandas que, a falta de una respuesta mexicana de sustancia, a finales de octubre pasarán a un nivel de arbitraje con más dientes. El cambio, de haber alguno, vino claramente desde el flanco de López Obrador; no podemos olvidar que una y otra vez, cuando la cancillería gringa ha advertido de la violencia en México, López los ha acusado de “no estar bien informados”, insistiendo en que los Estados Unidos financia a sus opositores, cuando en realidad lo que financian son organizaciones en pro de la transparencia y de los derechos humanos.
Quizá tenga algo que ver con el súbito patraseo tras la visita, también ayer, del desinformado secretario Blinken, quien llegó a México a sostener el segundo Diálogo Económico de Alto Nivel del año. Los boletines anunciaron que con Ebrard habló del tráfico de fentanilo, del fortalecimiento de la ONU y de la contención de la migración desde el sur; de lo que aún no hay noticias es de lo repasado después en el encuentro a puerta cerrada con el inquilino del Palacio, pero presiento que, a pesar de los parabienes diplomáticos de rigor, los temas no fueron tan amistosos, muy seguramente abarcando desde la fallida extradición de Caro Quintero hasta la reciente militarización de nuestras fuerzas públicas.
“Pese a los desacuerdos… hay disposición para trabajar de manera conjunta”, dijo Blinken al salir. Y sí, tal parece que la siguiente canción de Chico Che que van a pasar en las mañaneras va a ser la de Qué culpa tiene la estaca: “Si el sapo salta y se ensarta, la culpa no es de la estaca”.
Roberta Garza
@robertayque