Política

La corcholata reconocida

Hace apenas unos días nuestro canciller, ese que es visto como la opción más moderna, abierta y de avanzada entre lo que hay en Morena —aunque bien sabemos que con ese rasero no hay nada por presumir—, mencionó en un acto de campaña en Jalisco disfrazado de gira de trabajo donde lo corearon “¡presidente, presidente!” que eso en modo alguno era un destape, no; que él ya estaba bien destapado para 2024: “A mí el presidente López Obrador ya me destapó cinco veces en las mañaneras, entonces ya pueden considerar que estoy destapado, ya somos una corcholata reconocida”.

Esa apología de las sucesiones unipersonales, desde el poder del trono y completamente al margen de los ciudadanos o de cualquier proceso democrático, como en los mejores tiempos del viejo régimen priista, tenía ya rato de no verse en México. Tal parece que a Ebrard el retroceso a las cavernas de la dictadura le resulta gracioso, tierno, lindo y divertido; a ver si por andar de comediante no se le congela otra vez la sonrisa, porque esas mismitas voces espontáneas que recién pidieron verlo en la silla se han escuchado ya desde hace buen tiempo en los mítines de Sheinbaum y los de Adán Augusto, los evidentes favoritos de primer dígito de la nación.

Ebrard dice no estar preocupado porque, asegura, en las encuestas ya es más popular que la plomiza regenta y que el insufrible delfín: “Vamos adelante en las encuestas… hay una cierta insistencia de un sector de decir ‘tú te tienes que enfrentar al Presidente’ y, ¿por qué voy a hacer eso?’”, afirmó, para justificar su eterna sumisión ante López Obrador. Lamento ser aguafiestas pero permítanme un recuerdo incómodo: cuando tanto López Obrador como Ebrard compitieron en el lejano 2011 por la candidatura presidencial del PRD —¿se acuerdan del PRD? Ah, qué tiempos aquellos—, las diferentes tribus, en su mayoría aliadas con López Obrador, juraban que “apoyarían al que esté mejor posicionado en las encuestas”, ante lo cual el hoy canciller, entonces terminando su periodo como jefe de Gobierno, le dijo así a un reportero: “Si tú sacaras ahorita una encuesta… tengo mayor porcentaje que Andrés Manuel”.

Ya sabemos cómo acabó esa triste historia. Luego de clamar un fraude inexistente y ahogar por más de un mes al paseo de la Reforma, el techo de López entre la población general no pasaba de 15 por ciento de intención de voto, mientras que Ebrard gozaba de amplias simpatías. Nunca supimos el resultado exacto, ni los puntos finos de sus metodologías, pero el PRD salió a decir en el otoño de 2011 que el claro favorito era López Obrador. La corcholata perdedora agachó la cabeza y todo lo demás para que el tabasqueño fuera candidato sin necesidad de hacer precampaña. De allí nació el “Vamos todos juntos sin odio ni rencores a construir una república amorosa”. López tardaría todavía un sexenio más para llegar a la silla, pero no sin dinamitar en su paso al trono del partido que le dio alas luego de su salida del PRI y a todos sus ex aliados que no se le plegaron hasta la ignominia.

A Ebrard le da mucha risa que una sola persona decida quién nos gobernará a todos, y por lo mismo sigue sin haber aprendido nada.

@robertayque

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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Notivox (Notivox Monterrey y Notivox Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Notivox Diario con su columna Artículo mortis
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