No es la primera vez que se litigan acuerdos en el marco del TLC primero y del T-MEC después. Hace rato tuvimos una disputa entre México y Estados Unidos, con todo y castigo a las importaciones, por la pesca del atún en México con redes que mataban delfines. Más recientemente Canadá y Estados Unidos pelearon alrededor de sus productos lácteos, y Canadá se le acaba de unir a México en reclamarle a los gringos las prácticas de su industria automotriz. Pero lo de hoy es la pugna entre México y la dupla de Estados Unidos y Canadá en torno a un capricho más de López Obrador quien, buscando favorecer a sus monopolios contaminantes y arcaicos —Pemex y la CFE—, quiere eliminar toda competencia —de competir, pero también de competer— alrededor de las energías alternativas limpias, baratas y renovables.
Esta vez llevamos todas las de perder. Legal y moralmente la burda maniobra de López Obrador está derrotada, y aunque bueno fuera que sólo en este respecto, no hay que distraerse del tema que nos atañe: por una parte, porque México efectivamente firmó un tratado comprometiéndose a transitar hacia energías más limpias, incluyendo la posibilidad de permitir para tal fin la inversión privada y extranjera —que no es lo mismo, aunque se le quiera equiparar—, todo lo que hoy nuestro presidente se niega a cumplir por sus palaciegos tanates.
Por la otra, porque, al margen de la demanda, querer revertir al país a una retórica que creíamos superada por arcaica, alrededor de una soberanía energética inexistente e inoperante en los hechos y en las ideas en este mundo multivectorial, es estúpidamente tóxico, como lo es impedir que particulares generen su propia electricidad no sólo sin molestar a nadie, sino a veces hasta aportándole a una red en crónico estado de emergencia, o ahuyentar la lana que nos caería en inversiones —30 mil millones de verdes, en un estimado del amigo Ken Salazar, más 10 mil millones desde Canadá—, o emperrarse en evitar que el propio Estado se sume al siglo 21 desarrollando fuentes de generación más modernas, eficientes, baratas y limpias.
Si la disputa no se resuelve en negociaciones civilizadas, como parece indicar la respuesta parvularia-musical de nuestro máximo representante, aunada a un equipo local lastimosamente impreparado, es muy posible que los agraviados nos receten tarifas punitivas que no tenemos el dinero para pagar. Por su parte López afirma, sin más datos que los que emanan de su cabecita de algodón, que sus elefantes blancos favoritos estaban retechulos antes de ser arruinados por los masiosares en contubernio con la mafia de los conservadores neoliberales, aludiendo en coro con sus solovinos al recurso bananero de la traición a la patria y del imperio explotador. Y prometió responder la merecida queja de su incumplimiento no en las cortes ni en otras instancias adecuadas, sino a megáfono pelón, en el desfile militar del mero día de la Independencia, como el más bananero de los cobardes matoncitos.
Vayan haciendo acopio de veladoras, y no precisamente para rezar.
@robertayque