Poco se habló de política energética, o de nuestras ventajas o desventajas estratégicas, o de la cara que vamos a ponerle a la comunidad internacional, o del costo en salud y en catástrofes climáticas de la generación sucia, o de la agonía de la industria petrolera o del rumbo que queremos tomar como país en condiciones geopolíticas y económicas tan inciertas como las que corren. Lo que hubo fueron gritos, eslóganes, insultos, delirio, drama y gesticulaciones.
Morena se lució derrochando sumisión ante el Ejecutivo, subiendo sus botarguitas a la tribuna y repitiendo el mismo vitriol mentiroso que éste destila en sus mañaneras —lo del Oxxo que paga menos, entre otros; nomás les faltó lo de los abanicos que se roban el aire de los pueblos indígenas—, a pesar de haber sido desmentido todo una y otra vez con datos duros. Pero bien sabemos que el sentido de realidad no es precisamente el fuerte de la T4: “¡Esos son, esos son, los que venden la nación!” me recordó a aquel vetusto e incomprensible “El petróleo no se vende, se defiende”, y digo incomprensible porque, si lo que se busca es enriquecer al país y maximizar sus recursos en favor de los ciudadanos, ¿qué otra cosa además de mercarlo se puede hacer con ese jugo de dinosaurio añejo, criaturas, ponerlo en un frasquito y rezarle?
La oposición, después de su pijamada obligada ante el cerco de porros gobiernistas, coreaba el consabido “¡No pasará, no pasará!”, aludiendo luego a los amigos y parientes incómodos: “No, no nos dieron moches, esos se los dieron a José Ratón”, contestaban, con razón pero sin sustancia, cuando los acusaban de traidores y vendepatrias; si somos generosos podemos acaso reconocer dos o tres contribuciones de altura, con solidez técnica y alcances políticos. Con esos bueyes hemos de arar.
El que Mario Delgado y su tlatoani supieran cabalmente que no tenían los votos necesarios, y que eso no los detuviera a la hora de hacer su ópera bufa demuestra que, efectivamente, escándalo es lo único que saben o pueden hacer; el encono es la manera como López Obrador se relaciona con el mundo, es lo que le da el calorcito de los reflectores sin el cual no se levanta por las mañanas. El gobierno efectivo, por otro lado, nunca ha sido lo suyo; mientras sus acólitos se humillaban por él en la tribuna, en Salina Cruz ardían sin control 33 mil barriles de gasolina. El siniestro, que tardó más de un día completo en sofocarse y que, como tantas otras cosas urgentes, nunca mereció la atención presidencial, arrojará pérdidas estimadas en más de 100 millones de pesos justo cuando la CFE anuncia que el 2021 alcanzó el peor déficit financiero en su historia moderna, con un hoyo de 60 mil millones de pesos.
Nos salvamos esta vez de lo que se anunciaba como otro quebranto económico de alcances internacionales, pero bajar la guardia sería un grave error; esperemos pronto la asonada formal del presidente contra el INE, lo único que detiene sus sueños de atornillarse en el poder. Ojalá que los pocos contrapesos que no ha logrado dinamitar estén allí para cuidar a México de su gusto por salar la tierra, como lo estuvieron el pasado domingo.
Roberta Garza
@robertayque