No es únicamente una contienda por la presidencia sino una batalla cultural. Para Donald Trump siempre ha estado claro y, desde 2016, no ha dejado de ganar terreno.
Borró cualquier otro liderazgo dentro del partido Republicano y tiene en la bolsa a cerca de la mitad de la población. Lo que no consiguió durante su primer mandato, lo obtuvo con su segunda postulación. A diferencia de la mayoría de los políticos, él no se acercó al electorado, consiguió que el electorado se acercara a él.
No podría explicarse el fenómeno Trump sin el desafío, también esencialmente cultural, que antes significó la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. MAGA, el movimiento encabezado por el magnate, nació como respuesta extrema frente a una alternativa que para algunos se interpretó como igualmente extrema.
El término woke se halla en el corazón de esta batalla cultural. Una palabra que al origen significa “estar alerta de la discriminación racial,” es la frontera que galvaniza los bandos.
Los antiwokes rechazan —además de la centralidad del tema racial— la migración, el progresismo liberal, la izquierda, la lucha por los derechos, el feminismo y las banderas de la diversidad sexual. (Se suma el aprecio por las armas).
A diferencia de Obama, Joe Biden intentó colocarse por encima de esta fractura, asumiendo que una posición de centro podía “unir” al país. Su reciente renuncia a la contienda significará la desaparición del centro político. A menos que el partido Demócrata postulara a otro hombre blanco del tipo Gary Newsom, gobernador de California, la persona que cargue con la bandera será definitivamente woke.
Hay solo dos aspirantes con posibilidades de asumir esa investidura. Una es la vicepresidenta Kamala Harris y la otra es Michelle Obama. La primera emerge con la simpatía de los barones y las baronesas más tradicionales del partido Demócrata. Sin embargo, los números del arranque no aseguran su triunfo.
Michelle Obama, que supera a Trump en las encuestas, ha dicho antes que no está interesada en la política. Sin embargo, a la hora de competir, no habría nadie más woke, —más antiTrump— que la ex primiera dama.
Zoom: la tardanza de Barack Obama para respaldar a Harris siembra dudas sobre la eventualidad de que su esposa haya cambiado de parecer. En caso contrario, la candidatura woke será para la vicepresidenta.