La cruenta e injusta invasión rusa a Ucrania nos obliga a reflexionar acerca de los imperios y las naciones independientes.
La historia es la crónica de las guerras entre los imperios que luchan por ocupar otros territorios y las naciones que quieren conservar su independencia.
Después del fracaso en que terminó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), EUA por su poder militar y económico devino el único imperio mundial.
Ahora estamos de nuevo en un mundo multipolar en el que se disputan la preeminencia EUA y China; y Rusia quiere volver a ser el imperio que fue.
Esa es la causa de la guerra en Ucrania: EUA y sus aliados, Inglaterra y la Unión Europea, quieren extender su autoridad política y militar sobre las naciones que fueron de la URSS; y Putin y su gobierno oligárquico quieren recomponer el dominio ruso sobre esos mismos países.
EUA y la antigua URSS le dieron otros nombres a su imperialismo.
Los estadounidenses primero lo llamaron destino manifiesto sobre las américas; y después han nombrado a sus guerras: cruzadas por la libertad y la democracia.
En su tiempo, la URSS convocó a los obreros y campesinos a la revolución mundial para imponer el comunismo: con esa bandera invadió y ocupó distintos países.
La realidad, antes y ahora, es que los imperios invaden a otras naciones para imponer su propio sistema; y quieren hacerlo tan lejos como puedan llegar sus ejércitos.
Frente a los imperios existen las naciones independientes que están en sus zonas de influencia o de su interés.
Los gobiernos de esos países deberían ser lo suficientemente prudentes y astutos para manejar con ventaja su situación frente a la potencia dominante, sin perder su relativa independencia y sin sacrificar a sus pueblos en guerras perdidas.