El cambio climático, provocado por los gases de efecto invernadero que se forman por el uso de combustibles fósiles y la ganadería, puede causar la extinción masiva de especies, incluido el hombre.
La Convención Marco de las Naciones Unidas Sobre el Cambio Climático, estableció medidas para reducir la emisión de contaminantes a través de la mitigación, adaptación y resiliencia de los ecosistemas.
En ese Marco se celebró el Protocolo de Kioto que finalizará en el 2020 y será sustituido por el Acuerdo de París.
En el Protocolo de Kioto se establecieron cuotas de emisión; los países desarrollados deberían hacer mayores reducciones que los que están en vías de desarrollo.
El Acuerdo de París tiene como objetivo reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza.
Cada país definirá libremente sus objetivos y como contribuir en la reducción de la contaminación.
Estados Unidos no ratificó el Protocolo ni aceptó al Acuerdo, y ninguno de los países industrializados ha cumplido con las reducciones acordadas.
En este escenario sombrío se ha elevado Greta Thunberg urgiendo a los jóvenes y a los líderes del mundo a limpiar y preservar sanos los ecosistemas.
Su campaña ha polarizado las posiciones: unos prevén una calamidad ambiental, otros niegan esa posibilidad y llaman catastrofistas a Greta y a sus seguidores.
Ante la realidad, en vez de discutir, deberíamos concentrarnos en plantear medidas correctivas que sean científica, económica y humanamente posibles.
La solución global está en la ciencia, la tecnología y acción internacional. Pero el éxito depende de que todos cuidemos desde ahora y de manera individual el medio ambiente.
Entre los periodos Pérmico y Triásico ocurrió la mayor extinción de especies. De nosotros depende que no se repita.