Los patrones de género en América Latina impactan la economía; creer que las mujeres deben quedarse en casa nos hace más pobres.
Ninguna persona usa el dinero de la misma forma porque las finanzas son personales, pero entre hombres y mujeres hay marcadas diferencias que responden a patrones sociales y prejuicios que suscitan más brechas de género y más desigualdad.
Una diferencia está en las metas a las que damos prioridad, las mujeres preferimos comprar/renovar/arreglar la casa, el pago de deudas y de estudios, según el estudio Capacidades financieras de las mujeres del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF). Los hombres optan por abrir un negocio o comprar/pagar un vehículo.
Lo que sorprende no es tener diferentes prioridades, sino que resulten de roles establecidos que no logramos romper. Por ejemplo, como sigue vigente el patrón de que las mujeres somos quienes cuidamos y nos quedamos en casa, entonces participamos menos en el mercado laboral formal y, claro, ganamos menos dinero; esto nos lleva a ser menos resilientes ante los choques financieros negativos.
Esta vulnerabilidad se hizo muy palpable durante la pandemia, pues con covid-19 más mujeres perdieron su empleo y cayeron en pobreza. Los choques minan la confianza en nuestros conocimientos y capacidades financieras. Y, ¿qué vemos? Según el CAF, 17% de los hombres considera que sus conocimientos financieros son muy altos, versus 12% de las mujeres. Pero “más de un tercio de la brecha de género en cuanto a conocimientos financieros se explica por los bajos niveles de autoconfianza de las mujeres (...) (pues) cuando la opción ‘no sabe’ no está disponible, indican la respuesta correcta, es decir, las mujeres saben más de lo que creen saber”.
Otra diferencia es que más hombres ahorran o invierten para alcanzar sus metas, incluso más de ellos están dispuestos a endeudarse. Mientras las mujeres elegimos recortar gastos para alcanzar un objetivo financiero y llegar a fin de mes. Los hombres, en un mes en el que no alcanza, aprovechan sus ahorros, venden algo que les pertenece o trabajan más horas. Nosotras con menos ahorros y menos activos para vender tenemos que recortar, y si somos madres, anteponemos a los hijos y no nos inclinamos por trabajar más. Esta poca corresponsabilidad en el trabajo no remunerado mantiene a muchas mujeres en constante vulnerabilidad financiera y con mayor adversidad al riesgo. Por cierto, este comportamiento cambia con la resiliencia: “cuando hombres y mujeres tienen el mismo conocimiento financiero, exhiben el mismo comportamiento de riesgo. (...) (Y) las mujeres que son jefas de hogar y que disponen y deciden sobre la gestión de sus ingresos son menos adversas al riesgo”, señala el CAF.
Cuando en América Latina hagamos a un lado tantos patrones de género veremos un impulso a la economía y al desarrollo. La pregunta es: ¿qué estamos esperando?
Regina Reyes-Heroles C.
@vivircomoreina