Es un gran golpe perder la Final de la Copa Oro contra el equipo B de Estados Unidos. Sobre todo cuando la derrota llegó por errores puntualísimos de los mexicanos.
Tiene que darse una autocrítica clara y detallada de quien está al frente de nuestro representativo futbolístico, el entrenador Gerardo Tata Martino. La imprecisión, la falta de claridad mental, la nula contundencia… asociada a errores inconcebibles en defensa, pues antes del gol que estableció la derrota en tiempos extra, los estadunidenses tuvieron al menos tres opciones para anotar del tamaño del enorme estadio de Las Vegas en el que se jugó este partido.
Supongo que, al estilo de siempre en el futbol, la autocrítica se establecerá sobre valores abstractos y generalizantes, pero si hubiera franqueza, varios jugadores deberían o de ser excluidos de forma definitiva de cualquier otra convocatoria o de plano renunciar a un nuevo llamado.
Empiezo por el que más exhibió su inoperancia y falta de capacidad: el defensor central Carlos Salcedo. Si por él hubiera sido, la selección de los Estados Unidos hubiera ganado el partido 3-0 en el tiempo regular.
Sigo con Rodolfo Pizarro, incapaz también de dar un solo pase acertado. Pero qué decir, ni modo, de la improductividad de Rogelio Funes Mori o del sorprendente cansancio del Tecatito Corona, fundido desde al menos la mitad del segundo tiempo. Y Edson Álvarez, encargado de regalar el espacio y el tiempo para que llegara el gol que impidió al menos los penales al no saltar ni dos centímetros del césped para defender la acometida área del rival.
Y así, quitando solo al portero Alfredo Talavera, de excepcional desempeño, estuvieron todos…
La Copa Oro más fácil de ganar en el papel y en la realidad se perdió por absoluta ineficacia. Los estadunidenses parecía inclusive que no la querían ganar, pero fue tanta la inoperancia mexicana, que terminaron llevándosela.
Rafael Ocampo
