Estoy seguro de que el microciclo de trabajo que encabezó Javier Aguirre esta semana, con jugadores que difícilmente serán convocados en la lista final de Mundial 2026, obedece más a su pragmatismo y a sus ganas de no generar conflictos internos, que a su convencimiento profundo de que este ciclo le servirá.
Me explico: Lo ideal para Aguirre y su cuerpo técnico sería entrenar con la base de jugadores en México que han sido contemplados en los últimos torneos oficiales. Si no se puede llamar a los que actúan en Europa, por no ser Fecha FIFA, sí volverse y repasar conceptos con los que tienen un sitio casi seguro, a diez meses de que se lleve a cabo el primer partido del Mundial.
Pero se entiende que esta base de jugadores: los del Toluca, el Cruz Azul, el América se encuentran saturados de partidos y entrenamientos. Lo mejor entonces sería cancelar este microciclo. Pero no, hay que justificar la chamba.
No dudo de que todos los jugadores con los que entrenó Aguirre estos tres días sepan, y directamente por él, que difícilmente serán llamados en abril o mayo próximos (al menos el 80 por ciento de ellos). A ellos les debe dar lo mismo o quizá hasta les convenga y no les cause ninguna incomodidad o molestia o decepción saberse parte de un sueño que no se hará realidad.
Ser llamados a una convocatoria de la Selección, así sea a un estéril microciclo les viste, les da protagonismo y estatus. Sus representantes serán los primeros que se los aplaudan. Pienso en Sebastián Jurado, el portero gran promesa llamado a consagrarse con el Cruz Azul hace unas temporadas y que por culpa de sus desconcentraciones y errores casi sepultó su carrera. Rescatado por el FC Juárez ha recompuesto un poco su andar y ahora es uno de los tres guardametas del microciclo del Tri. Todo bueno para él.
Pero pienso en un Luis Romo, hace unos meses infaltable en el once inicial estelar y ahora llamado casi por la pena que le debe dar a Aguirre su triste nivel con las Chivas.