En el primer programa del XII homenaje al maestro Carlos Olvera Avelar (1940-2013), que puede verse en la página de facebook /mejicanoenelespacio, le pregunté al actor Giovanni Santzález, quien caracterizó magistralmente al personaje Antonio López de Santa Anna, qué dificultades había enfrentado para construir la profundidad que vimos en la escena.
Su respuesta me sorprendió: dijo que desde que somos niños, se nos inculca la idea o la creencia de que la historia nacional está hecha de villanos y héroes, en un mecanismo didáctico basado en el prejuicio y la desinformación, pues al caracterizar así a quienes encabezaron las transformaciones sociales, basta facilitar dos o tres datos de su personalidad o sus acciones, para formar un juicio personal en los infantes. Afirmó que él tuvo que darse cuenta de que, a través de las palabras del autor Carlos Olvera, aquel personaje de la historia era en realidad un ser humano complejo, contradictorio y activo en favor de su causa personal; desde esa comprensión, pudo dotarle al personaje de espesor paralingüístico, ese lenguaje no verbal que observamos y que llena la escena, para deleite de quienes disfrutamos su representación de “El vuelo de la hilacha” y “En Manga de Clavo”, los dos relatos que tienen al personaje en su trama, adaptados al teatro por Juan Carlos Embriz.
En verdad, la escuela de educación básica enseña tan poco de la historia nacional que con pinceladas de grueso trazo compone una versión narrativa de la historia mexicana maniquea y superficial, selectiva y llena de estereotipos que se mantienen en el imaginario social toda la vida, si a cambio no hay voluntad de profundizar en los matices de esa grosera versión de la historia patria.
De ahí que, al adoptar el planteamiento narrativo de Carlos Olvera, el actor haya tenido que saber más sobre el personaje histórico, para comprender mejor sus motivaciones, más allá de la obra literaria. Ese trabajo vino a robustecer su interpretación plena, unitaria y congruente que nos da a un personaje de trato difícil, ya que su pensamiento es estricto y dogmático, y está basado en la asunción de que su poder es omnímodo, y que la nación que gobierna el personaje está hecha para servirlo a él.
Por absurdo que parezca, esa creencia está muy extendida en los tiempos actuales. Numerosos gobernantes se creen merecedores de pleitesía popular solo por haber obtenido un cargo por medio de una elección ciudadana; olvidan que los comicios son, ante todo, una razón de exigencia, antes que de aceptación incondicional. Si en México seguimos practicando elecciones es porque seguimos creyendo que la democracia es un camino fiel para convivir socialmente y desarrollarnos en comunidad, no para volver a la autocracia del caudillismo de antaño, el de Santa Anna, que tantos años de lucha social costó erradicar.
Justamente, esa interpretación es posible gracias a la polisignificación que subyace en la obra literaria del maestro Carlos Olvera, para quien la literatura era también una vía para la reflexión sobre nuestro presente. En el primer programa de homenaje que tuvimos la oportunidad de presenciar el pasado fin de semana (y que aún hoy puede disfrutarse en línea), queda muy claro ese triunfo de la razón sobre la estulticia con que la historia nacional se cuenta. Merecemos ese pensamiento crítico para avanzar hacia un mejor futuro.
El próximo sábado 8 de febrero se llevará a cabo el segundo programa de homenaje al maestro Olvera, con una mesa de análisis de esa obra literaria. Los esperamos en punto de las 16 horas desde la página mejicanoenelespacio de Facebook.