El pasado 10 de diciembre se cumplieron 84 años del nataliciodel escritor mexiquense Carlos Olvera Avelar (1940-2013), a quien el sistema literario nacional tiene como un autor de culto, fundamentalmente por su novela Mejicanos en el espacio (1968), señera en el género de la ciencia ficción en México.
Su trayectoria literaria contiene rasgos fundamentales que abonan a una literatura sólida y perdurable en el tiempo, según lo demuestran las ediciones que se han hecho a lo largo de estos años. Además de la novela original de 1968, que tiene tres ediciones más, Carlos Olvera nos dio Tolucanos (1977), un retrato costumbrista de las formas de ser de quienes nacieron y están avecindados en la ciudad capital del Estado de México; esa obra, que se agota en cada una de sus ya seis ediciones, refleja los rasgos sustanciales de la idiosincrasia local, que permanecen intocados a pesar de los años y las transformaciones sociales de la ciudad.
Otra obra que sin duda se encuentra en el culmen de su producción artística, es El vuelo de la hilacha (2018), una sucesión de estampas alrededor del personaje Antonio López de Santa Anna que revelan la particular forma que tenía el caudillo de ejercer el poder político, mediante un símbolo recurrente: la comida; se trata de una obra que resalta por la madurez en el empleo de sus recursos estilísticos, la profundidad del conocimiento cultural del siglo XIX y, sobre todo, por los múltiples puntos de vista que adopta para relatar pasajes emblemáticos de la vida de Santa Anna en su hacienda Manga de Clavo, en Veracruz, desde donde ejercía sus mandatos políticos formales e informales. La obra es producto de un cuento originalmente premiado en París en 1988, y cuyo posterior desarrollo le llevó 25 años de investigación y escritura, gracias al aliento que siempre le infundió al autor el crítico literario Emmanuel Carballo (1929-2014).
A esos títulos debe sumarse la cauda de obras de teatro escritas por Carlos Olvera desde su juventud, que va de los 22 a los 28 años, aproximadamente, que fueron puestas en escena por diferentes compañías que él mismo fundó como parte de su incansable labor cultural; tales productos de dramaturgia bordan sobre los temas más polémicos de su época y sin duda revisten importancia porque las puestas en escena fueron aglutinadoras de un sólido movimiento artístico que, hoy puede reconocerse, contribuyó al desarrollo de instituciones que fomentan la cultura y el arte en general entre las nuevas generaciones.
A las obras de teatro se suman cuentos, relatos, crónicas, poemas, colaboraciones en radio y televisión, manuales de teatro, conferenciasy conversaciones imborrables que dejan constancia de los principios sobre los que el maestro Carlos Olveracimentó su arte: la honestidad a toda prueba, la curiosidad infinita sobre la naturaleza humana y la innovación en todos los planos donde confluye la obra literaria como un hecho social. Por todo ello, es pertinente recordar su legado y reivindicarlo antela desmemoria en que se vive en nuestros días.
La obra de Carlos Olvera, como la de muchos otros de su generación y sus antecesores, merece ser reconocida por la magnitud de sus aportes a la vida pública del Estado de México; la primera acción que este gobierno podría llevar a cabo es devolver el nombre del maestro al frente del Museo de Arte Moderno del Estado de México, que dirigió los últimos 12 años de su vida, un título que le fue conferido públicamente el 15 de septiembre de 2017 y que luego le fue retirado sin razón. Ese acto sería altamente significativo para la comunidad cultural mexiquense, pues reconocer a nuestros antecesores contribuye a darle sentido a nuestro presente, mediante la difusión de vidas ejemplares que sirvan de inspiración a las generaciones presentes.