Política

Concordia y colaboración económicas

Algunos han usado la expresión “guerra económica” para describir la situación en la que el mundo se halla a raíz de los últimos acontecimientos sobre los aranceles impuestos a los países por nuestro vecino del norte. Se usan estas palabras no en el sentido primario de conflicto armado, sino en el general de pugna u oposición, aunque ciertamente a las luchas armadas suponen casi siempre una rivalidad precedente.

Ante la realidad de este conflicto mundial me vienen a la mente las palabras de Juan XXIII, que decía en su encíclica Mater et magistra: “Son... exigencias del bien común internacional: evitar toda forma de competencia desleal entre los diversos países en materia de expansión económica; favorecer la concordia y la colaboración amistosa y eficaz entre las distintas economías nacionales, y, por último, cooperar eficazmente al desarrollo económico de las comunidades políticas más pobres”.

Descubría en su tiempo este papa que había algo que evitar y algo que favorecer y, además, veía la necesidad de cooperar. Lo que se debía evitar era la competencia desleal, lo cual nos parece muy razonable. Ahora bien ¿Quién determina que una competencia sea desleal? Si hoy se alega eso para justificar esta “guerra” no parece que la acusación pueda sostenerse como tal.

Con seguridad podemos ver que algo falta claramente: la concordia y la colaboración amistosa, aquello que Juan XXIII decía que había que favorecer. Si se hallan problemas que conciernen a muchos, lo más humano debería ser la búsqueda de caminos que los resuelvan y no vías por las que los conflictos se agudizan.

Un ideal de las relaciones comerciales internacionales es el de la cooperación de las economías nacionales, pero la cooperación “amistosa y eficaz” parece desvanecerse en el horizonte de la situación, aunque no han faltado algunas voces que la han señalado como mejor alternativa.

Un campo de la cooperación internacional señalado al final del texto citado es el del desarrollo económico de las comunidades políticas más pobres. Sin embargo, si las líneas de discusión y acción siguen el sendero del conflicto, naturalmente la consideración de ayudar a mejorar la situación económica de esas comunidades quedará postergada.

Volvemos entonces a los puntos que se descubren en el fondo de los problemas entre los seres humanos. Son los corazones los que deben cambiar, es decir, se deben abrir la inteligencia y la voluntad a la verdad y al bien.


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Pedro Miguel Funes Díaz
  • Pedro Miguel Funes Díaz
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