El aborto no es un gusto: nadie lo busca por placer. Jamás una mujer dirá: ¡Por fin quedé embarazada, ahora podré abortar! No. El aborto no es un acto placentero sino una necesidad a la que se ven orilladas algunas mujeres por diversas situaciones. En realidad, el aborto debería ser una necesidad de la pareja, no de la mujer. Porque nunca ha existido una mujer que se embarace sola, esto es siempre cuestión de dos. Un hombre responsable debería ver por su pareja ocasional o definitiva cuando se presenta esta necesidad.
Por fin hemos amanecido con la grata noticia: en México se despenaliza el aborto. Esto no aumentará el número de abortos, más bien disminuirá el número de muertes, infecciones y demás consecuencias negativas a raíz de abortos mal realizados. Esto tampoco significa que toda mujer deba abortar: quienes por creencias personales de cualquier índole no deseen realizarlo, no tienen por qué hacerlo. Esto significa simplemente que la mujer es libre de decidir si quiere y si puede traer una criatura al mundo.
En su momento, se mencionó reiteradamente que la disminución de la violencia callejera en Nueva York era una consecuencia tardía de la despenalización del aborto. Supuestamente, con menos hijos no deseados, habría menos hijos desatendidos, maltratados o incluso abandonados. En lo personal considero lo anterior completamente lógico, esperemos que a la larga también pueda decirse lo mismo de nuestras ciudades.
Sea como fuere, este es un hecho histórico para la mujer mexicana y para todas las mujeres del mundo. A este acto deberá seguir una buena campaña informativa, que eduque a las mujeres para que conozcan este derecho tan elemental que se resume en una sencilla idea: nadie debería poder imponer a otra persona lo que debe hacer con su cuerpo, con su tiempo, con su vida.
Velemos por este derecho histórico: siempre puede haber vueltas para atrás, nada está escrito para siempre. Cuidemos y defendamos este nuevo derecho y no permitamos jamás una vuelta para atrás.
Cada mujer es la única dueña de su cuerpo.
