Cultura

'Cuando te hablen de amor y de ilusiones'

Tengo el gusto de comunicarles que Editorial La Rana, del Instituto Estatal de Cultura de Guanajuato, tiene lista la edición de mi libro. Por esta razón, presentaré un fragmento de las primeras páginas.


La portada del libro de José Alfredo. ESPECIAL

He tenido el privilegio de haber convivido con José Alfredo Jiménez desde mis primeros días en este mundo, desde el vientre materno debo haber escuchado las caricias de su voz y el calor de sus manos cuando manifesté mis primeros movimientos. Con certeza afirmo que mi padre me arrullaba con sus metáforas y su canto empezó a circular por mis venas al mismo tiempo que su sangre.

Comprendo que mi visión sobre él puede ser interpretada como la natural inclinación hacia un padre muy amado; pero también es verdad que, desde mi más temprana juventud, entendí que en sus canciones se pueden encontrar múltiples aspectos que destilan cualidades literarias en las que se revela la cosmovisión de uno de los poetas y compositores hispanoamericanos más importantes de todos los tiempos.

Desde luego que, en aquellos años, no lo habría podido expresar con estas palabras; solamente tenía claro que las canciones de mi padre eran poéticas y que yo disfrutaba tanto de aquellos versos como de los poemas que estudiaba en la escuela.

Empecé a leer poesía desde los diez años, cuando comencé a comprar mis primeros libros con el dinero que me daban los domingos. Al paso del tiempo, cuando decidí estudiar el posgrado en Letras Modernas, me di cuenta de que había conceptos del campo de la literatura que eran aplicables a sus canciones. Así, fui elaborando un proyecto de investigación que pronto se reveló como algo verdaderamente importante: me propuse indagar sobre la cosmovisión y el sujeto lírico en la obra de José Alfredo Jiménez y así demostrar que mis inquietudes de juventud, mis sospechas intermitentes o conjeturas filiales podían convertirse en reflexiones, no solo para mí, sino también para todos aquellos que admiran las obras creadas por mi padre. Es decir, lo que me propuse fue entrar en su manera de experimentar y expresar el mundo a través de sus canciones, porque siempre he tenido la impresión de que él sabía traducir en palabras los sentimientos de las personas.

Desde niña aprendí a escuchar las canciones con atención, aprendí a desplazarme por el mundo de mi padre de la mano de sus personajes, viajando por sus espacios, de objeto en objeto, de cercanías a lejanías, interpretando los versos con mi propia experiencia y con la guía del cuentacuentos que fue mi padre. Mi hermano recuerda que él de pequeño quería ser “El jinete”; en cambio, a mí me daba miedo perderme en la noche y entrar por la lejana montaña apenas iluminada por la luz de las estrellas. Yo derramaba lágrimas con la imagen del “Caballo blanco” cojeando de la pata izquierda y con todo el hocico sangrando; pero me entusiasmaban otras cosas, como el sentirme protegida al ser su “Muñequita negra” o saber que podría jugar con la luna y con el sol en el cobijo de un hogar arrullado por Dios. Me alegraban todas sus serenatas: la huasteca, la sin luna, la de “Tu enamorado” y la que le canta a “La compañera” para pedirle su mano…

Es difícil saber por cuántas nubes me transportó mi padre, por cuántas lunas, por “Siete mares”, por las mil y una noches que describen sus canciones, ya que éste es uno de sus símbolos más plenos; por “La enorme distancia”, por sus soles, sus montañas, sus ciudades… por sus entrañables corridos que llevan la cepa más digna de nuestra identidad y sus personajes memorables que me fueron enseñando, mediante sus historias, virtudes y vicios, costumbres y culturas… Ahí están “El perro negro”, “El borrego”, “El coyote”, “La araña” y, también, “El boxeador”, “El mala estrella”, “La bandida”, “Jesús Maldonado”, “La sota de copas” y “Pedro el herrero”; o sus grandes personajes trágicos, que bien podrían ser operísticos, como los de “Tierra sin nombre” y “Sucedió en la barranca”.

Después de leer, releer y escuchar esos versos, puedo declarar que todas las canciones tienen una dosis de la cosmovisión del compositor y la presencia de su ser poético que despliega sus rostros y sus caminos; asimismo, que las canciones de mi padre son poesía y son populares y han llegado al corazón del pueblo mexicano y del mundo.

Yo nunca lo dudé; rastreando este trabajo creo que el lector estará de acuerdo conmigo. José Alfredo Jiménez no es un enigma, es un alma desnuda que irrumpe sin reparos en escenarios en los que habría necesitado de algunas herramientas porque entra en la batalla sin escudo, sin espada y a pie. Probablemente así entramos todos en este mundo tan cotidiano que se llama amor, pero muy pocos sabemos expresarlo, decir con palabras lo que sentimos; tal vez no es tan difícil, en cambio, cantarlo, poetizarlo, dejando que el lenguaje penetre en el corazón. Hablarle a la mujer que se ama con canciones es un secreto a voces. Yo sé que mi madre es “Paloma querida”, pero una canción es una carta de amor abierta que pertenece al dominio público y sería maravilloso poder saber cuántos hombres han llevado esta carta hasta el balcón de la mujer amada para declararle su amor.

De manera que los interesados podrán acompañarme por estos periplos que he recorrido con José Alfredo a través de sus letras.


Paloma Jiménez Gálvez*

* Doctora en Letras Hispánicas

Google news logo
Síguenos en
Paloma Jiménez Gálvez
  • Paloma Jiménez Gálvez
  • [email protected]
  • Estudió la maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana, y es Doctora en Letras Hispánicas. Desarrolló el proyecto de la Casa Museo José Alfredo Jiménez, en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Publica su columna un sábado al mes.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.