Desconozco el número exacto de canciones de José Alfredo que las diferentes productoras han utilizado a lo largo de la carrera y después de su partida física; sin embargo, sé que deben ser más de 500 las que se han cantado en películas nacionales y extranjeras. ¿Cómo?, me preguntarán algunos, si el autor tiene registradas alrededor de 235 canciones. El dato es correcto, pero la misma canción se incluyó en distintas películas, con su voz en la de otros intérpretes. Los números, en general, no mienten. Vamos directo a darnos un chapuzón entre los libros y documentos para husmear en esas fuentes y registro.
La maravillosa etapa dorada del cine mexicano coincide con el surgimiento del compositor. Fue en febrero de 1950 cuando Andrés Huesca y sus Costeños grabaron la canción “Yo”, que fue el primer éxito de mi padre. Paralelamente, los productores y directores de la industria cinematográfica lanzaban largometrajes que retrataban la vida de nuestro país a través de melodramas, presentando las vicisitudes de los protagonistas. La música, pero de manera particular las canciones, reforzaba el tema o permitía destacar algunos elementos relevantes, significativos o pintorescos a juicio del director.
Grandes nombres, grandes títulos, grandes temas tratados con humor en medio de las tragedias, de los amores imposibles o de los conflictos entre las parejas. Emilio Indio Fernández, Miguel Zacarías, Rogelio A. González, Rafael Baledón, Juan Orol, René Cardona, entre otros, fueron los directores que más se destacaron en aquella década de 1950.
“Me cansé de rogarle, me cansé de decirle que yo sin ella de pena muero. Ya no quiso escucharme, si sus labios se abrieron fue pa’ decirme: ya no te quiero…”.
Fue sin duda “Ella” una de las canciones más solicitadas para las producciones de aquellos años. Leo en el libro bitácora de mi padre “El gavilán pollero”. Producciones Mier y Brooks. $500. “El tigre del Bajío”. Producciones Luis Manrique. $500. “Arrabalera”. Producciones Luis Manrique. $500. Un pago más de $750 y otro de $2,500 en los que no está indicada la productora, solamente se especifica que, el primero, fue por la canción “Ella”; mientras que el segundo, fue por dos canciones: “Yo” y “Ella”.
“Yo sentí que mi vida se perdía en un abismo profundo y negro como mi suerte. Quise hallar el olvido al estilo Jalisco, pero aquellos mariachis y aquel tequila me hicieron llorar…”.
A mí me resulta muy interesante leer estas anotaciones que José Alfredo hacía puntualmente cuando le contrataban un tema para ser utilizado en alguna película; me habla de un hombre que estaba comprometido con su trabajo y, de modo particular, pienso que lo disfrutaba de verdad. Pero este cuaderno foliado me habla también del gran desempeño y la popularidad que iba adquiriendo mi padre. Recuerdo haber escuchado que, a veces, cuando no lograban ponerse de acuerdo sobre las cantidades que deberían pagar por alguna canción, decidían apostarla en una partida de dominó. Este trueque me parece que ilustra de modo muy preciso la época que vivían nuestros apasionados creadores. El albur, tan socorrido por el alma mexicana, decidía el valor económico del tema en disputa.
“Qué bonito amor, que bonito cielo, qué bonita luna, qué bonito sol. Qué bonito amor, yo lo quiero mucho porque siente todo lo que siento yo…”.

Este tema brinca en la lista como una luz intermitente ya que fue utilizado, al menos, en cinco producciones de la década; además, dos de ellas la eligieron como título para la película: Antonio Aguilar y Lola Beltrán, dirigidos por Mauricio de la Serna, y María Antonieta Pons al lado de Manuel Capetillo, bajo la dirección de Ramón Pereda.
“Ven juntito a mí, quiero que tus manos me hagan mil caricias, quiero estar en ti. Dame más amor, pero más y más; quiero que me beses como tú me besas y después te vas…”.
Ambas canciones, “Ella” y “Qué bonito amor”, se convirtieron en himnos que mostraban las dos caras de la moneda; la primera como el gran canto al desamor, y la segunda, como la declaración del amor apasionado y sublime que protagonizaban las parejas en las historias de celuloide.
“Si algo en mí cambió te lo debo a ti porque aquel cariño que quisieron tantos me lo diste a mí”.
Las palabras saturan el espacio y, sin embargo, aún no he relatado nada sobre las actuaciones de José Alfredo; así que la siguiente entrega dedicaré la columna a esos cuantos papeles protagónicos o de reparto que tuvo en su carrera actoral.