Existe un antes y un después del Instituto Nacional Electoral (INE) y lo que ello implicó en las legislaciones electorales en las entidades federativas.
Las inequitativas elecciones del Estado, al igual que los fraudes, eran muy comunes en la época del gobierno y partido único del PRI. Lo saben muy bien Manuel Bartlett Díaz, Ignacio Mier Velazco y Alejandro Armenta Mier, al igual que muchos priistas que hoy militan en Morena o sirven a los gobiernos de la 4T.
Durante los comicios locales y federales sucedía exactamente lo mismo, desde la llamada reforma política de 1978.
Antes de que fueran ciudadanizados los organismos electorales, ocurrió el escandaloso fraude de 1988 con Miguel de la Madrid y su secretario de Gobernación, Bartlett Díaz, lo cual era una práctica en todas las elecciones.
Es memorable la portada de la revista Proceso de la época cuando en la elección de Bartlett un mapache sustraía, a mano armada, urnas de una elección local.
Los poblanos fuimos testigos de las marranadas que le hicieron al empresario textilero Villa Escalera y a otros panistas durante las décadas de los 70 y 80.
Sin registro oficial como candidato presidencial, era avasallador lo que ocurría con Valentín Campa.
Pero con la reforma política y el reconocimiento del Partido Comunista Mexicano, en Puebla, la maquinaria del fraude electoral era demoledora, lo mismo en distritos electorales que en los municipios. Era la época de los conflictos poselectorales en la ciudad de Puebla o en municipios como San Gabriel Chilac.
De igual magnitud eran los fraudes en Puebla como los despojos de triunfos electorales en San Luis Potosí, en la década de los 90, con Salvador Nava Castillo; en Michoacán, con Cristóbal Arias; o en Chihuahua, con los bravos del norte Luis H. Álvarez y Francisco Barrio, este último víctima de un fraude para imponer a Fernando Baeza Meléndez.
Muchos de los operadores de los fraudes durante los regímenes priistas, incluido el estado de Puebla, hoy son los orquestadores electorales de Morena en la entidad y el resto del país.
El INE, desde su creación como organismo electoral ciudadanizado, fuera del control de las mazmorras de Gobernación federal, ha demostrado su credibilidad.
Hoy se prepara el retorno al viejo modelo de la Comisión Federal Electoral (CFE) de 1988, dependiente de Gobernación, del partido del gobierno.
Pablo Ruiz Meza