En un curso de comunicación política, uno de los publicistas no se explicaba por qué los partidos opositores en México no hacían una simple suma para demostrar que algo no se está haciendo bien en la 4T.
Durante los primeros 30 meses de la administración federal se habían iniciado en México 72 mil 892 expedientes por homicidio doloso, con 86 mil 370 víctimas (de 2018 a 2021).
Por la pandemia, de acuerdo con los datos al 30 de noviembre, se reportaron 294 mil 246 personas fallecidas por coronavirus.
Con homicidios dolosos a mayo del 2021, pero con la actualización de las cifras por covid-19, la cuenta es de 380 mil 616 mexicanos fallecidos por esas dos causas, de 2018 a la fecha.
Con la sola cantidad de difuntos en este lapso, la plaza de Zócalo de Ciudad de México sería la abarrotería de muertos durante la Cuarta Transformación.
Solo por referirse a la pandemia, México registra hasta el 30 de noviembre 3 millones 887 mil 873 casos acumulados y 294 mil 246 muertes por covid-19, de acuerdo con la Secretaría de Salud federal.
Pero como bien lo comentó una científica mexicana, es más grande el ego político que la salud pública, y por ello los sobrevivientes simpatizantes de la 4T se arremolinarán en el Zócalo para vitorear al líder del movimiento, ignorando los riesgos de la nueva variante ómicron del covid-19.
Militarizado el país, pero con el monopolio de la violencia a manos de la delincuencia en el territorio nacional, las cifras por homicidios dolosos hablan por sí solas.
Los estados de Zacatecas y Michoacán, por mencionar las casos más graves, están bajo el poder y la fuerza del crimen organizado, pero la expansión de la inseguridad pública está en todos los rincones del país.
Toda esta situación de violencia e inseguridad pública tiene contra la pared la estrategia de los abrazos y no balazos, porque los programas sociales para ir a las causas no ofrecen resultados.
El monopolio del gasto público federal, la secrecía en su manejo, el nacionalismo en el manejo de los recursos energéticos y la conducción de la economía, no terminan por convencer.
La polarización y el avasallamiento del poder político empequeñecen los resultados positivos como el combate a la corrupción y la grandeza del Estado benefactor.