Política

La otra cara del fracaso

Arrancaré externando una idea que se volvió una convicción: estoy hasta la madre de los parámetros y exigencias anodinas de la cultura del éxito. Me revienta por su naturaleza contradictoria, porque demanda lo indecible y devuelve poco o nada a cambio. ¿De qué sirve liderar el organigrama, tener poder o ganar un dineral, si la salud física, mental, emocional, reputación, familia y amistades se caen en pedazos? Si es el boleto que debo pagar para pasearme en los juegos del parque del éxito, yo zafo.

Terminé de convencerme de esto tras hincarle el diente a un fantástico libro de Costica Bradatan: Elogio del fracaso. Cuatro lecciones de humildad. La tesis central defiende la idea de que el fracaso es una parte crucial y esencial de la vida humana, una experiencia que, aunque a veces dolorosa, resulta profundamente formativa, de ahí que el fracaso no debe ser visto como una derrota, sino como una oportunidad para reflexionar sobre nuestras propias limitaciones y las de quienes nos rodean.

A decir de Bradatan, la experiencia del fracaso llega tomada de la mano de cuatro lecciones de humildad:

Reconocimiento de la caída. Sin excepción, tarde o temprano nos equivocaremos en cosas realmente importantes o ridículamente triviales. Es una regla universal propia de nuestra vacilante humanidad. Fallar es consustancial a nuestra condición humana. Nadie escapa de algún día meter la pata. Si somos conscientes de ello nuestra mirada se volverá más tolerante y compasiva.

Desvanecimiento del ego. Bradatan señala que el fracaso es un mecanismo altamente efectivo para poner un alto a la falsa creencia del “todo lo puedo-merezco” que ensalza la cultura del éxito. Errar permite nuevos aprendizajes, crecer, descubrir nuestro lugar en el mundo y florecer en él.

Empatía y compañerismo. La tercera lección se asocia a esa peculiar capacidad que tiene el fracaso para hacernos comprender que al éxito, siempre, le antecede una larga cadena de descalabros que se vuelven una oportunidad dorada para conectar de manera profunda con la realidad y dificultades que enfrentan los demás.

Creatividad y resiliencia. El temple y tesón permitieron a Thomas Alba Edison superar miles y miles de fracasos hasta inventar la bombilla eléctrica. Cada fiasco le enseñó algo nuevo.

Resulta claro que el fracaso no es un puerto de llegada, sino la barca donde hacemos la travesía de nuestra vida.


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Pablo Ayala Enríquez
  • Pablo Ayala Enríquez
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