Política

“¿En qué diablos estaba pensando, Mr. Zuckerberg?”

En 2019, Mark Zuckerberg, fundador y director de Meta, tuvo que pagar una multa de más de 5 mil millones de dólares por compartir de manera inapropiada datos personales de 87 millones de usuarios de Facebook, a la empresa de consultoría política Cambridge Analytics. En su momento, la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos señaló que la filtración pudo haber influido en los resultados de la elección presidencial de 2016.

En medio del escándalo, Zuckerberg salió a los medios a ofrecer una disculpa pública. “Tenía la responsabilidad de proteger la privacidad de las personas –dijo–. Los cambios [que haremos] van más allá de cualquier requerimiento bajo la ley estadunidense. Se requerirán cientos de ingenieros y más de mil personas en toda nuestra empresa para realizar este importante trabajo”.

Pasó el tiempo y Zuckerberg no aprendió la lección. Esta semana, el Senado estadunidense lo convocó a una audiencia para responsabilizarse por el daño que generan a la niñez y juventud las redes sociales que operan a través de dos de sus empresas.

Las familias que estuvieron presentes mostraron las fotografías de hijas e hijos que se autolesionaron, engancharon en relaciones perversas e, incluso, fueron víctimas de explotación sexual. Republicanos y demócratas coincidieron en los muchos riesgos y daños que generan las redes sociales en la infancia y la juventud. “¿En qué diablos estaba pensando, Mr. Zuckerberg?”, cuestionó el senador Ted Cruz, haciendo referencia a la estúpida advertencia que hace Instagram justo antes de que se abra algún post que contiene formas explícitas de abuso sexual infantil.

“¿Quisiera disculparse por lo que usted ha hecho a esta gente buena?”, preguntó el senador Josh Hawley. “Lamento todo lo que ha pasado –contestó Zuckerberg–. Nadie debería tener que pasar por las cosas que han sufrido sus familias…”.

Visto lo visto, me pregunto si alguien podría sentar en el banquillo a quienes están al frente de las empresas privadas y públicas que contaminan aire, subsuelo, lagos, así como todas y cada una de las células de nuestro cuerpo.

Me queda claro que no será en este sexenio, pero no pierdo la esperanza que en uno no muy remoto les obliguen a responsabilizarse por el enorme daño que causan en nuestro presente y el de las generaciones venideras.

Una dilación podríamos entenderla como sinónimo de complicidad.


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Pablo Ayala Enríquez
  • Pablo Ayala Enríquez
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