Los efectos del aumento de la temperatura en la mujer embarazada se han estudiado desde hace mucho tiempo; principalmente la fiebre, ha demostrado en modelos experimentales su asociación con malformaciones congénitas en los recién nacidos.
En un inicio existía controversia si era la fiebre o bien los medicamentos antipiréticos los que producían las malformaciones congénitas; de cualquier forma, la comunidad científica cortó por lo sano y se optó por no usar ningún medicamento durante los primeros tres meses del embarazo.
Por estas razones es importante evitar el fenómeno del golpe de calor en las mujeres embarazadas que pudieran provocar algún daño al embrión o feto en formación.
En algunos casos el aumento de temperatura puede precipitar el trabajo de parto y dar lugar a recién nacidos prematuros; los niños nacidos antes del término tienen mayor riesgo de complicaciones y de muerte.
Es recomendable que la mujer embarazada se mantenga a la sombra, en lugares frescos y templados; la temperatura ambiente de 40 grados o más es muy peligrosa para este grupo de personas, pues su temperatura corporal ya de por sí es mayor a la de las personas no embarazadas.
Deben mantenerse bien hidratadas.
Y en caso de presentar mareos, confusión, nausea, vómitos y presión arterial baja acudir inmediatamente a urgencias o con su médico.
El manejo está orientado a bajar la temperatura corporal en unas horas y evitar complicaciones más serias, como el mismo trabajo de parto prematuro, o alguna falla orgánica aguda, por ejemplo, renal que obligue el manejo en Terapia Intensiva.
Por desgracia algunos hospitales también son víctimas de los estragos del calor, y sus aparatos de refrigeración o clima están descompuestos; los pacientes internados y personal médico paradójicamente también están expuestos a un golpe de calor intrahospitalario.
