En estos días en que los celebramos la Independencia de México y por todos lados, además del espíritu patriótico que afortunadamente conservamos, se escuchan los elogios hacia la libertad de nuestro pueblo que por muchos años fue colonizado y cuya liberación fue, es y será motivo de júbilo, nos hemos puesto a reflexionar sobre lo que implica ser libre.
Ser libre significa responsabilidad, compromiso y deseo de evolucionar continuamente, misiones básicas en los seres humanos que, por desgracia, muchas veces vivimos encadenados y, hasta esclavizados por diversas razones.
Tal es el caso de las adicciones que esclavizan a los individuos que las padecen a consumir alguna sustancia psicotrópica o a realizar una conducta compulsiva y patológica aún en contra de su “voluntad”, como lo es también la dependencia emocional entre las personas,
la codependencia y otras formas de relacionarse disfuncionalmente.
Por ello en estas celebraciones de independencia nos pusimos reflexivos sobre la maravilla que sería un mundo donde los seres humanos seamos libres de ataduras emocionales, de culpas, de resentimientos, de temores, de memorias limitantes, de relaciones malsanas, de lucha de poderes, de necesidad de aprobación, de vacíos existenciales y, por supuesto, de cualquier tipo de adicción.
Un mundo en el que hombres y mujeres practiquemos el amor incondicional, la fe, la esperanza, la caridad, la compasión, la interdependencia solidaria que suma,
el trabajo en equipo, el respeto absoluto, la inclusión en todos sus sentidos y una visión compartida del bienestar colectivo.
Que las personas estemos libres de prejuicios, de estigmas, de clichés, de sectarismo, de exclusión y de discriminación en cualquiera de sus expresiones.
Seamos los héroes de nuestra propia independencia emocional, de nuestra libertad responsable
en el amor incondicional y soñemos con una vida útil, feliz y plena
para cada uno de nosotros y nuestros semejantes.
Entonces, ¡viva la independencia emocional!
Omar Cervantes