Causante de múltiples enfermedades físicas, mentales y emocionales, un enemigo de los seres humanos llamado estrés hace cada vez más daño en nuestra sociedad, sin que muchas veces lo veamos como el factor detonante.
Muchas personas padecen gastritis, colitis, neuralgias, alergias, ansiedad, depresión, adicción e incluso algunas enfermedades inmunes como la fibromialgia, detrás de las cuales es muy común encontrar a ese enemigo silencioso en forma de tensión que va minando muchas áreas de la salud del individuo.
Independientemente de la monetización de la vida que se mide en pesos y centavos, de la pobreza o carestía en la que algunos viven y que suele ser uno de los factores de riesgo más grandes para desarrollar estrés y sus consecuencias, se han encontrado tres variables de las cuales valdría la pena reparar en el mundo occidental.
La primera es esa urgencia con la que vivimos en nuestras agendas en la que no nos queda tiempo de nada y siempre estamos tratando de ir contra el reloj y las horas del día parecen no ser suficientes.
La segunda es la necesidad de querer tener el control de todo, junto a una baja tolerancia a la frustración de tal suerte que, cuando la vida nos indica que casi nada podemos controlar de forma absoluta, viene el estrés en forma de impotencia, enojo o decepción.
Por último, la imperiosa idea de que debemos tener siempre la razón, invertir tanta energía en tratar de imponer nuestras ideas y pelear incluso por ello, es sin duda, un gran gatillo estresante.
Hay muchos más, pero estos tres son algunos en los que podemos trabajar para visibilizarlos y procurar un mejor desarrollo personal en la medida que los reconozcamos y podamos superar o disminuirlos.
Como herramientas de antídoto podemos utilizar la aceptación y el desapego, la paciencia, la fe que obra y la empatía, con lo que los expertos afirman que podemos estar haciendo lo que hoy le llaman gestión adecuada del estrés.
Si parece que el dinero no alcanza y eso causa angustia, que la vida no tiene sentido y llega la desesperanza, más otros temas que suelen preocuparnos, hagamos lo que nos corresponde humanamente y confiemos en los procesos de la vida en la fe.
Cómo solía decir un viejo amigo de los grupos anónimos: “todo pasa y no pasa nada y esto, también pasará”.
Hay forma de derrotar a ese enemigo silencioso si se le detecta, se le reconoce y se le pone buena voluntad para abordarlo, cualquiera que sea la causa.