Más allá de los resultados deportivos y del medallero, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (2021) han iniciado con mensajes esperanzadores para la humanidad, en medio de la incertidumbre que hacía pensar que no se llevarían a cabo debido a que muchos países, entre ellos México, vivimos aún los estragos de la pandemia por el Covid19.
A pesar de que, a unos días antes de ser inaugurados seguían prevaleciendo opiniones de que no deberían llevarse a cabo, la ceremonia inaugural del pasado viernes ha enviado un poderoso mensaje al mundo: regresemos a lo básico.
Mientras leía las crónicas y veía los videos de la apertura, que mágicamente presentó la canción más simbólica de John Lennon, “Imagina”, interpretada por diversas voces, vino a mi mente el himno del Mundial de Futbol de México 86 que en su lema decía, “el mundo unido por un balón”.
Así como hace 35 años nuestro país unió al mundo con un balón, hoy Tokio se erige como la ciudad que simbólicamente nos reúne a la humanidad que aún enfrentamos a un virus que vino a cambiar la historia del planeta y cuyo saldo final todavía no alcanzamos a visualizar, aunque por lo pronto este impasse del verano y las Olimpiadas nos brinda la oportunidad de entrar en una profunda reflexión colectiva, mientras los atletas compiten en las múltiples disciplinas.
En estas fechas he recordado también mi primer artículo público, allá por 1986/87, gracias a que mi maestro Armando Díaz Gerding creyó en mi pluma de estudiante y me abrió un espacio en una revista deportiva del Tec de Monterrey, en la que exponía mis cuestionamientos a la comercialización del deporte y reflexionaba que como humanidad nunca deberíamos apartarnos del legado clásico de los Juegos Olímpicos, “mente sana en cuerpo sano”.
En los estudios históricos de la frase se dice que fue Décimo Junio Juvenal quien la utilizó en latín como “Orandum est ut sit mens sana in corpore sano”, que significa “oremos por una mente sana en un cuerpo sano”, aunque algunos investigadores también se la atribuyen a Platón y, en la época contemporánea, fue el Barón francés Pierre de Coubertin quien la utilizó en varios discursos para hacer promoción de los Juegos Olímpicos de la era moderna.
Sea quien sea el autor de este lema, ya identificado como parte de las Olimpiadas, qué mejor momento para recordarla en un tiempo en el que un virus vino a modificar la historia de la humanidad y, el mundo entero, además de buscar la manera de prevenirlo o erradicarlo, ha entrado en profundos momentos para replantearse las bases sobre las que hoy vivimos los seres humanos.
Aplaudo por ello la interpretación de “Imagina” resonando en todo el planeta e invitándonos a toda la gente a vivir para el hoy, en un mundo sin fronteras, inclusivo, soñador y viviendo en paz y con amor incondicional.
Impensable en décadas atrás aceptar en una competencia de esta envergadura, que una atleta transgénero como la halterófila de Nueva Zelanda, Laurel Hubbard, tenga todos los derechos a competir y a ganar una medalla, como también es plausible que el taekwondoin mexicano, miembro del Comité Olímpico Mexicano, Ricky del Real, también transgénero (sin ánimo de etiquetar sino más bien de aplaudir), transmita sus comentarios para una importante cadena televisiva nacional.
Igualmente emotivo fue ver en la ceremonia de apertura a la boxeadora y enfermera japonesa Arisa Tsubata, que debido a su trabajo para combatir el Covid19 en hospitales de su país, tuvo que aislarse para entrenar y a pesar de no haber podido calificar para competir, llevó con la frente en alto la representación y homenaje a todas las personas del sector salud que han enfrentado por más de un año en todo el mundo al letal virus.
Las actividades deportivas que culminarán el 8 de agosto próximo, ya nos están mostrando una pauta de que más allá de los triunfos y fracasos de los atletas participantes, en el mundo podemos construir mensajes de unidad, de paz, de esperanza y de amor incondicional hacia la humanidad y nuestro planeta.
Tokio es una invitación de volver a lo básico, de recordar que a través de la práctica física podemos generar salud mental y de la conexión que existe entre las almas del mundo a través del cuidado mutuo y del autocuidado personal, ante la nueva realidad que hoy vivimos como resultado de la pandemia.
Es también la oportunidad de responder en lo individual y en lo colectivo si lo que estamos viviendo ahora es el fin o es el inicio y de gozarnos para quienes vemos en ello el principio de una nueva era en la que seamos mejores y evolucionemos con lo que la vida nos está presentando.
Sigamos de cerca esta justa deportiva y preparémonos para que en su clausura el 8 de agosto todos los seres humanos movamos energía de alta vibración para todo el planeta, intencionando y deseando construir lo mejor para cada uno de los habitantes de la Tierra.
Omar Cervantes Rodríguez