Han pasado 10 días de los Juegos Olímpicos de París, entre polémicas, sorpresas y controversias, en las que, a pesar de la evolución del deporte, el verdadero espíritu del olimpismo parece estar en el olvido.
Lo que nació en la época antigua y fue retomado en el siglo 19 con el relanzamiento de los juegos modernos, como una forma de enaltecer el alma humana a través de la disciplina de la actividad física, para tender lazos de amistad entre los participantes e incluso diversas formas de expresión espiritual, ha sido rebasado por el consumismo y muchas prácticas que están completamente lejos del espíritu olímpico real.
El nombre mismo de Olympia está asociado históricamente a la exaltación de los dioses o al lugar de los dioses por lo que más que una actividad física en sí, desde sus orígenes los juegos tenían una fuerte connotación espiritual.
Aunque los juegos olímpicos antiguos de Grecia fueron considerados por el cristianismo como paganos e incluso se suspendieron por algún tiempo, también para los que siguen la fe cristiana existen versos bíblicos que hablan del cuerpo y el espíritu.
“Les ruego que cada uno de ustedes en adoración espiritual ofrezcan sus cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios”, dice la carta de Pablo a los romanos 12:1
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”, Corintios 9:24-25
Más allá de las polémicas en la inauguración, en el box femenil y demás discusiones estériles lejos del valor y respeto a la competencia, el espíritu olímpico debe regresar a ser promotor y fomento de practicar actividad física por salud, por calidad de vida, por los beneficios neuronales y por ser una forma de adorar a Dios.
De hecho, la educación física formativa y preventiva sigue ganando terreno en la reconstrucción del tejido social de nuestra sociedad, en los factores de protección contra la delincuencia y las adicciones, más allá de las competencias que se transmiten por televisión.
En el caso de toda una generación de los que hemos rebasado los 50 años, la práctica de una actividad física, la disciplina de una alimentación balanceada y la consciencia de hábitos saludables es la mejor medicina para procurarnos una calidad de vida en el ocaso de nuestra carrera.
Olympia es, sin duda, una mente sana en un cuerpo sano y un espíritu vivo. Hagámoslo parte nuestra, más allá de unos juegos comerciales.