La Navidad no es solo regalos, fiestas y festejos, por lo menos no lo debería ser. La Navidad debería ser una época de reflexión sobre lo que de verdad importa en esta vida. Los seres humanos acumulamos cosas como si nos las fuéramos a llevar todas adonde sea que vayamos, buscamos poder, a veces a costa de empobrecer a otros, como si de eso dependiera nuestro valor.
Hay quienes pasan la vida haciéndose cirugías, intentando estereotipos de belleza superficial pensando que eso evitará el paso del tiempo, hablamos de riqueza pensando en cosas materiales y no en la riqueza del alma, el intelecto, la bondad, el compañerismo, la espiritualidad, tenemos equivocado ese concepto y en parte y a mi parecer ese es parte del problema.
En esta época adornamos de luces las casas, el árbol y todo lo que se nos ocurra, pero de qué nos sirven tantas luces si por dentro vivimos una oscuridad del alma que no hay vela que la ilumine. Si vamos a encender luces esta Navidad que sean las de nuestra alma, haciendo actos de bondad para con nosotros mismos y con el prójimo, que sea el perdón tanto darlo como recibirlo, exámenes de conciencia, es la única forma en que las cosas mejoren, empezar a mejorar cada quien, poner el ejemplo, que esta época nos recuerde las personas, momentos, acciones que de verdad importan.
Prendan las luces de su alma y sean esas personas que ayudan a los demás a darse cuenta de lo que en realidad importa en una sociedad que sin duda vive una crisis de egoísmo e individualismo. Nunca es tarde para volver a empezar e intentar ser mejores seres humanos, aportar luz en medio de tanta oscuridad, verdad en medio de tantas mentiras, alegría en medio de la tristeza y esperanza en medio de la desolación.
