Manifiesto Antifascista para el Comienzo de la Esperanza:
Las madres del mundo nos despertamos por la mañana con un único objetivo:
Que nuestros hijos tengan acceso a todo aquello que los mantenga a salvo, felices y los convierta en personas funcionales y útiles para la vida en comunidad.
Y les voy a ser sincera, casi desde el inicio de los tiempos, los hombres del mundo no nos lo han puesto sencillo.
Vienen ustedes con sus armas, con su hambre, con su rabia y pretenden llevarse a nuestros muchachos para que hagan lo contrario que nosotras les hemos enseñado durante años: la decencia para con sus semejantes.
No pueden, y entonces les susurran nuestras diferencias para forzarlos a ver al otro como desconocidos, indignos, y entonces si ponerles un arma en las manos y enseñarles a presionar el gatillo.
Vienen ustedes a nuestras puertas, con las fauces bien abiertas, a mostrarnos porqué es necesario que sigamos trabajando gratis:
hacen falta manos en las fábricas, en las maquilas, en las cuevas, debajo de la tierra.
Y entonces nos los arranchan del pecho, los sacan de nuestras camas, los ponen fuera del alcance de nuestros brazos y nos convencen a través de cientos de sugerencias en Amazon, de artículos y rostros sonrientes de otras mujeres a quienes aspiramos a ser para tener el bienestar tan anhelado; nos convencen entonces que así es como se debe hacer, que esa desconexión es deseada, esa automatización es ideal, y la instrumentalización posterior de los vacíos sembrados en nuestros hijos solo es conveniente al sistema por una coincidencia ajena, por supuesto.
Se escapan ustedes a través de la sonrisa del hombre amado, el príncipe de las caricaturas que nos rescata incluso de nosotras mismas.
Se deslizan, a través de los colmillos y entonces viene la furia, siempre la furia.
Se transforma en golpes, en hambre, en alacenas vacías, en violaciones, en puertas cerradas, en hijos en brazos y ningún lugar hacia donde correr.
Y después de eso, las heridas de nuestros hijos resultan, sorpresivamente, convenientes para sostener un arma, presionar un botón y llenar unas cuantas cárceles.
Las madres del mundo nos negamos a seguir siendo espectadoras de su violencia, a seguir atiborrándonos de su publicidad engañosa, a quedarnos de brazos cruzados en medio del genocidio, el nuevo feudalismo y sus pretensiones que nos colocan nuevamente como proveedoras de vehículos para su barbarie.
Desde nuestros hogares alzamos la voz y los brazos para expulsar al progenitor violento, denunciar al deudor y abandonico, exigir mejores condiciones laborales y salariales que nos permitan elegir nuestro desarrollo humano y la provisión de cuidados sin sacrificar nuestra salud emocional en el camino.
Llevamos a nuestros pequeños en el vientre y les procuramos un nacimiento libre y digno, nos aseguramos que la sangre lata desde la placenta hasta su cuerpo, les alimentamos en nuestro seno, los tranquilizamos respecto a la cercanía de la fiera y los llevamos en brazos mientras desarrollan a través de nuestros ojos y sonrisas una conexión mas empática con la humanidad y su presencia en este mundo.
Las madres criando y cuidando somos la resistencia antifascista.