O los 120 días, casi comparables con una ciudad ardiendo.
Tengo tres hijos, pero parece que en estos días de encierro emprendí y puse un ring de pelea.
Tenía tres gatos, ahora tengo ocho.
Si, lo sé. Debí esterilizar pero hubo momentos que o era comida o era veterinario y no podía dejar a esos pobres gatos en la calle tampoco, ¿o si?
Antes del encierro era funcional, hacía ejercicio, me iba al café.
Todas las buenas intenciones se fueron borrando a través de las semanas. La ansiedad aumentó.
Y finalmente, esta semana tuve unos ataques de pánico sin precedentes desde hace meses.
Esta situación dejó la economía familiar, sin rumbo.
Depresión y esfuerzo sobrehumano por continuar adelante, inestabilidad emocional de nuestros pequeños que piden a gritos hablar con otros niños.
Y a ti, ¿Cómo te trató la contingencia?
En estos días deseé muchas veces tener un esposo que pudiera quedarse en casa, poder aprovechar el “tiempo libre”, que por supuesto jamás tuve para desarrollar un hobby; continuar con mis metas físicas en vez de darles vuelta. Leer mas, cocinar galletas, panes y mil cosas.
Pero la realidad es que no se pudo, hubo días en los que sí, eso hacíamos y otros tantos más en los que la manda era sobrevivir. Y resistir.
Sobrevivir a los niños en guerra desde que amanecía, a los días de pago, a la hostilidad marital creciente, a la depresión que aplastaba a uno, al otro o a los dos.
Esta temporada nos hizo fuertes, y no, no lo agradezco, deseo que dejemos de romantizar la fortaleza en base a las experiencias difíciles.
Lo que agradezco es nuestra capacidad de resilencia, agradezco la solidaridad de las personas que me rodean, la comida en mi mesa, el techo sobre mi cabeza, la sonrisa de mis hijos y oh, dios, como agradezco a Netflix.
A todas mis amigas que la pasaron bien; porque verlas felices me daba esperanzas y fortaleza. A aquellas que se las vieron aún más difícil que yo, por continuar resistiendo.
Espero que hayamos aprendido que existe algo más que la sobrevivivencia y que nos dejemos un espacio para vivir, también.
Ojalá podamos vernos pronto en el café, envueltas en plástico y cubrebocas, ¡qué importa! O verme a mí, sola, leyendo, de nuevo, en ese pequeño espacio que tenía propio y me ayudaba a resistir viviendo.
Criar es resistir.