Sociedad

La quesadilla

  • Criando Consciencia
  • La quesadilla
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

Tuve un esposo al que había que pedirle que hiciera todo.

Casi a veces se le olvidaba las horas correctas de salir de casa o beber agua en vez de coca cola.

Pero lo peor, lo insoportable, era cuando se quedaba mirando el comal, con UNA quesadilla que le pedí que hiciera mientras el queso se derretía y la tortilla se calentaba.

Así como lo lees, cómo psicópata, en vez de lavar unos platos, sacar la basura o ponerse unos pantalones mientras las mínimo tres quesadillas que caben en el comal, se hacen.

No, él se quedaba mirando al vacío de esa triste y única quesadilla en el comal.

Fue en ese momento que decidí planear mi deserción de la idea del amor que tenía. ¿Quién pierde tanta vida mirando una quesadilla?

Había superado casi todo. Incluso los chones tirados al lado del bote de la ropa sucia y las telarañas de las esquinas. 

Es más, me resigné cuando murió el jardín porque olvidé pedirle que lo regara, cuando nuestros perros murieron de tristeza porque olvidé pedirle que los paseara, cuando vi sus tristes calcetines agujereados y desvalidos, pero puestos, porque olvidé comprarle nuevos.

Me resigné a qué cuando él tenía que cagar el mundo se detenía por casi una hora y había que comer solos, a ver mi consciencia ecologista machacada entre botellas y botellas de agua mientras mis termos rellenables eran ignorados.

Asumí la comida echada a perder en el refri, la pelusa bajo la estufa y todo lo que no le recordé que le correspondía a él.

Pero eso de quedarse mirando fijamente una quesadilla en el comal detonó algo que no sabía que existía.

¡Tanto que se puede hacer mientras se hace no una, sino tres quesadillas al mismo tiempo!

Se puede peinar a una niña, preparar un licuado, terminar una lonchera, meter a bañar a un niño, vender un paquete de pañales, cerrar un trato importante, vaya, en esos cinco minutos llenos de posibilidades se puede cambiar el mundo.

No podía quedarme con quién sólo se quedaba mirando el comal cargado de posibilidades sin hacer nada al respecto.

Y no lo hice. Levanté la voz muy fuerte y de repente un día, ya había tres quesadillas en el comal al mismo tiempo y un esposo preparando pan con mermelada mientras se hacían.

El esposo psicópata que observaba el comal como si nada más existiera a su alrededor fue abducido, y en su lugar llegó otro, más consciente de la necesidad de no sólo observar la quesadilla mientras se nos iba la vida.

De repente tuve muchísimo más tiempo libre. Ya no tenía que recordarle a nadie sobre sacar la basura, descongelar la carne, no dejar que se pudra la lechuga.

Las vacunas se ponían sin tener que insistir por meses, las esquinas se limpiaban, la ropa se doblaba.

El fuego dejó de desperdiciarse. Dejé de gastar la llama de mi hogar en dar órdenes huecas a personas que no entendían la importancia de distribuir la carga y que actuaban como si nada les perteneciera para hacerse cargo, a la vez que todo era suyo para ser ignorado.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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