Tengo una amiga muy querida, en quien he depositado mi confianza en momentos clave de mi vida; ella es el tipo de amiga que cuando alguien del grupo enferma, se toma el tiempo para llevarle comida.
Todo el tiempo está tratando de hacerlo todo bien, perfecto, mejor que ayer, mejor que nunca.
Procura hornear su propio pan, hacer sus propios postres saludables, cocinar en casa todos los días, atender la crianza de sus hijos que se encuentran en etapas de desarrollo súper distintas, investigar y leer sobre crianza respetuosa, hitos del desarrollo, vigilar fechas de vacunación, mantener limpia la casa, limpiar y relimpiar la cocina diminuta porque se debe todo lavar después de usarse o no caben los enseres para la siguiente comida del día.
Todo sin importar si está cansada, si esta menstruando, si está en postparto, si se siente enferma, si a uno de sus hijos le brotan los dientes, si es consciente de que no llegan a fin de quincena, si el calor es desesperante, si sus hijos le exigen atención y estímulo ni descansar un momento.
Ella dijo, recientemente que “apenas se está quitando de encima la culpa de no aportar económicamente a la casa”, y yo, sin poder contenerme, le respondí:
“ELLOS SON LOS MANTENIDOS. Nadie trabaja más que tú en esa casa y es él quien debería sentirse culpable.” O algo así.
Espero no haber sido demasiado agresiva, pero es que cuando una fantástica mujer se siente insuficiente porque se mide con la vara patriarcal, me da rabia.
Coticen en el mercado cuánto cuesta un trabajo 24/7 de limpieza del hogar, cuánto un trabajo de cocinera para tres comidas diarias, postres, snacks y disponibilidad absoluta; cuánto para una niñera que en verdad estimule a dos niños pequeños, que despierte a medianoche para arrullar o dar agua, que se quede en tu casa con disponibilidad absoluta.
¿Cuánto te cobraría una persona de administración y logística acostumbrada a optimizar recursos, trabajar bajo presión, anticipar panoramas económicos y elaborar planes de emergencia ante contingencias?
¿Cuánto tendrías que pagar por todo eso que recibes GRATIS, Mauricio?
Y hasta acá oigo tus quejas, si quieres dividimos esa cantidad entre dos, y aún así, no sería justo, porque tu grandioso aporte consiste en trabajar SÓLO 8 HORAS, aportar UNA PARTE DE TU SALARIO (el famoso chivo) y reservar el resto para tus hobbies, tu GYM o tu esparcimiento.
Todo mientras aún esperas sexo gratuito y sin poner atención a las necesidades emocionales de tu pareja; apoyo moral y emocional y TODO EL TRABAJO ESCLAVO DE TU ESPOSA.
Tú, Javier, sí tienes vacaciones, días de descanso y no llevas carga mental.
Tú puedes sólo dar chivo y lavar platos de vez en cuando y serás llamado “ejemplar”, en cambio, ella, ellas, cualquier mujer en el mundo, por más perfecta que sea, o que intente serlo, siempre seguirá siendo vista como insuficiente.
No importa que su cuádruple turno como limpieza doméstica, cocinera, niñera y gestora de logística y recursos sea 24/7 sin vacaciones y de alto riesgo.
No importa que además deba atender sexualmente y emocionalmente cuando el hombre llega a casa (5), no importa que además deba trabajar (6) para completar los gastos de la casa y mucho menos se además debe emprender (7).
No importa que al final acumule una jornada laboral inhumana y gratuita de siete roles distintos.
No importa nada porque bastará un “error”, un desliz, una decisión poco convencional para ser sometida al más cruel de los juicios.