A las personas gordas se nos aplica la misma lógica que a las "buenas víctimas".
Mientras nos avergoncemos por estarlo, nos vistamos sin mostrarlo, estemos siempre a dieta y tratemos por todos los medios de demostrar que estamos habitando nuestro cuerpo desde el asco y el rechazo, se nos trata como "buenas gordas" o gordas en camino a dejar de serlo.
Pero si estás contenta con tu peso, tu imagen, tus lonjas, si verdaderamente te interesa el cuerpo más allá de la estética hegemónica, si no agachas la mirada ni te justificas cuando te llaman gorda, si pides la hamburguesa en vez de la ensalada entonces el rechazo es mayor.
Anulan tu consciencia, tu bienestar, fingen estar terriblemente interesados por tu salud, por tu lugar en el mundo y como lo ocupas y, sobre todo, por todo lo que hay de equivocado con el cuerpo ajeno, el tuyo, el que pesa más kilos, luce más gordo y ocupa más espacio.
Las buenas víctimas deben estar traumatizadas y no tener ganas de diversión. Las gordas debemos estar traumatizadas con el peso y estar siempre a dieta.
Me niego, como siempre, a ser lo que se espera de mí. No seré la buena gorda. No esperen que me avergüence mi cuerpo.
No esperen que deje de señalar su gordofobia, no esperen que me lastimen sus comentarios.
Creo que la sociedad debe reeducarse, por ello comparto siempre a nutriólogas que hablan sobre nutrición consciente e instintiva.
Desaconsejo a todos aquellos que tratan el cuerpo como un vehículo para encajar en lo que debería ser, poniendo en riesgo la salud emocional de las personas al hablar de sobrepeso y cuerpos enfermos en cuerpos sanos que funcionan diferente.
Sí, estoy gorda.
Podría justificarlo de mil y una formas, por ejemplo decir que este año nos han estado pagando a destiempo y vivo en estrés constante de no poder llenar la despensa, por ejemplo decir que mi mamá murió y la tristeza sólo se me hace chiquita si me tomo un café con una rebanada de pastel.
Podría hablar de un desajuste hormonal que me tiene sangrando casi todo este mes, sin ganas de comer y menos de levantarme de la cama.
Podría decir mil cosas para justificar que estoy gorda pero ya no. Ya no.
Estoy gorda, punto, y no seré la buena gorda, añorando el tiempo cuando no estuve gorda y planeando la vida para cuando deje de estarlo.
Mientras, ustedes pueden voltear hacia otro lado y susurrar que estoy enferma, dejada, y gorda, muy gorda y fingir que les interesa la salud de las personas gordas o aprender, como mis hijos saben desde hace años la regla básica del respeto a los demás:
De los cuerpos ajenos no se habla.