Con el papa Francisco no hubo matrimonio católico entre personas del mismo sexo, pero sí la bendición a estas uniones. No hubo una desaparición de los fastos, pero sí una autoexclusión de esta vida. Tampoco hubo apertura para la ordenación de sacerdotisas, pero sí la llegada de más mujeres a la curia, incluidos puestos muy importantes.
Se dio el nombramiento de Bárbara Jatta como directora de los Museos Vaticanos. Esta italiana laica, heredera de una familia dedicada al arte, tiene sin duda un perfil idóneo para el cargo. Entiende la importancia que la tradición tiene para la relevancia de estas colecciones, pero también lo determinante que es el uso de la tecnología si se quiere lograr que las 200 mil obras (muchas de ellas no exhibidas) puedan ser disfrutadas por un público mucho más amplio que el que puede permitirse desplazarse hasta el Vaticano.
Vino después el nombramiento como prefecta de la doctora en psicología, Simona Brambilla, religiosa misionera a quien, desde enero de este año, el papa Francisco puso a cargo del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, llevando por primera vez a una mujer a lo que se considera una Secretaría del Estado Vaticano. Sin embargo, simultáneamente nombró “pro prefecto” a un cardenal, cuyas funciones no resultan claras y que pudiera dedicarse a tomar las decisiones, dejando a Brambilla como mera figura decorativa.
El más reciente e importante nombramiento que Francisco hizo de una mujer fue el de gobernadora del Vaticano de la monja Raffaella Petrini, quien a partir del 1 de marzo de este año ejerce el poder ejecutivo, por delegación del Papa, en la Ciudad del Vaticano. La religiosa es politóloga, tiene un doctorado y es profesora universitaria en Sociología de los Procesos Económicos.
El último nombramiento precede a los demás en el tiempo, y no es político, sino de corazón, el título de “enfant terrible” para su amiga, sor Genevieve Jeanningros, la que rompió el protocolo en su funeral, la que lo acercó a las mujeres trans y a otras personas en pobreza y marginación.
Las mujeres con Francisco han sido una “revolución estratégica”, cambios profundos con pasos muy cuidados.
