Poco más de medio millón de jóvenes de entre 15 y 16 años, en 65 países, respondieron la prueba PISA que evalúa la capacidad de aplicar conocimientos de matemáticas, la comprensión de lectura y los conocimientos en ciencias. El promedio de las calificaciones obtenidas entre los países miembros de la OCDE (entre los que se encuentra México) es de 494 puntos. Lo que coloca a los países latinoamericanos en condiciones de inferioridad, que van de los 423 puntos obtenidos por Chile, a los 368 de Perú, el peor clasificado de todos los países del subcontinente. Estas notas se vuelven aún más dramáticas comparadas con las del país con los mejores resultados, Shangai en donde se obtuvieron en promedio 613 puntos.
Si bien México ha ido mejorando durante los últimos nueve años, el ritmo al que se elevan las puntuaciones anuncia generaciones enteras que estarían marcadas por un nivel de habilidades en la aplicación del conocimiento que es poco alentador. Gabriela Ramos, directora de Gabinete de la Organización, ejemplifica esta situación señalando que con la lentitud con la que avanzamos nos tomaría 25 años alcanzar el nivel promedio de la OCDE en matemáticas y hasta 65 años para ser equiparables en competencias de comprensión de lectura.
Evidentemente, el objetivo de estos exámenes no es la comparación per se, ni mucho menos el desaliento de quienes no brillan por sus resultados. El tema central es la identificación de mejores prácticas que permitan reducir cada vez más y a mayor velocidad las brechas entre quienes son capaces de mejorar su vida gracias a sus conocimientos y quienes no están en posibilidades de apalancarse en su intelecto como un medio de desarrollo y de movilidad social. Es aquí donde el asunto se vuelve particularmente trascendente para México.
Acerca de quienes logran los mejores resultados la OCDE indica: “Los mejores, sobre todo los (países) asiáticos, ponen el acento en la selección y formación de los profesores, los impulsan a trabajar juntos e invierten, de manera prioritaria en el mejoramiento de su calidad docente… Además, establecen objetivos claros y dan a sus profesores la autonomía que requieren en el aula para poder alcanzarlos”.
Así, las escuelas abandonadas por maestros que han dejado atrás a sus alumnos para manifestarse en la capital del país contra una reforma que propone precisamente esto que la OCDE señala como la fórmula mágica del buen desempeño académico, resultan aún más ofensivas.
Los profesores de la CNTE y quienes los secundan quieren autonomía, pero no para innovar dentro del salón de clases y obtener resultados espectaculares –como lo hizo el profesor de la niña tamaulipeca identificada como La Nueva Steve Jobs. Ellos quieren autonomía para velar por sus intereses descuidando los de los alumnos que les fueron confiados. Para mantener escalafones que obedecen a lealtades políticas y no a aptitudes para la docencia, y para perpetuarse en un sistema de asignación de plazas que no tenga más base que la arbitrariedad.
Esperemos que los resultados de la prueba PISA vengan a dar la visibilidad que merece la importancia de este asunto. Las reformas energética o política son simples aspirinas frente a quimioterapia de los cambios educativos que necesita el país para asegurarnos que generaciones completas no vivan limitadas por el cáncer de la incapacidad para aplicar matemáticas, ciencias y lectura a una cotidianeidad que, con todo el derecho, aspiran a que sea mejor que la que hoy padecemos.
Politóloga