Los llamados al “voto útil”, así como las propuestas de declinaciones que vemos aparecer de pronto hacia los cierres de las elecciones presidenciales, no tienen asideros jurídicos y, sobre todo, nada pueden frente a la libertad del voto. Son solo eso, invitaciones a anticipar el escenario de la jornada electoral y, con base en él, convocar a la ciudadanía a tomar medidas para que no se concrete lo que las encuestas pronostiquen.
¿Qué tan inútil es un voto por una opción minoritaria? Depende. Si la suma de las dos fuerzas a las que se conmina a aliarse de facto supera a la de aquella que tiene el primer lugar, estamos ante la posibilidad de revertir la elección. Pero, a cambio de qué. Es decir: un voto minoritario, ¿va directo a la basura?
No es el caso, ese voto tiene una representatividad aun y cuando no alcance para dar el triunfo al candidato en cuestión. Ese voto dice cosas respecto a la franja poblacional que decide tomar ese camino y al programa de gobierno que respalda. En un país tan plural como el nuestro, esas boletas tienen una razón de ser y permiten, además, fortalecer a lo largo del tiempo una opción política que podría eventualmente convertirse en mayoritaria.
Por ello, la verdadera salida institucional al dilema de ¿cómo evitar que llegue una fuerza minoritaria debido a que sus opositores no se pudieron poner de acuerdo? Se llama segunda vuelta. Se trata de una figura que obliga a que, si ninguna fuerza política alcanza por lo menos el 50 por ciento más uno de los votos, las dos candidaturas con la más alta votación se enfrentan de nuevo, en una segunda jornada electoral, para que los votos del tercer lugar hacia abajo se redistribuyan entre ellas. Así se garantiza que siempre, quien llegue, lo logre con una mayoría del electorado.
Pero tiene una ventaja más que no es poca en un país como el nuestro: permite lo que se denomina un voto “de expresión”, en el que la ciudadanía se permite inclinarse por opciones más radicales, solo como una forma de enviar un mensaje al statu quo, sabedora de que el momento de un voto sensato vendrá en la segunda vuelta.
Tal vez es tiempo de que esa discusión regrese a nuestro país.