El día de ayer, la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, anunció su dimisión. Ella había estado en el poder desde 2014, y contó durante largos periodos con un importante nivel de popularidad. Su mensaje de salida recuerda inevitablemente el que Jacinda Ardern, su homóloga neozelandesa, brindara, en las mismas circunstancias, el mes pasado.
Es imposible hacer inferencias a partir de solo dos casos, sin embargo, leyendo sus mensajes a la luz de estudios completos en los que se analiza el liderazgo femenino, podemos encontrar que aun en la retirada, hay características que se mantienen a lo largo de las carreras de las políticas.
De entrada, la autoexigencia. La exposición pública de la que gozan los hombres es mayor que la de las mujeres y eso se debe, por lo menos parcialmente, a una suerte de pudor que nos invade al género femenino cuando tratamos de decidir si somos capaces de atender una entrevista, escribir un documento u ocupar un cargo que requieren cierto grado de especialización. Normalmente los hombres valorarán lo que esa oportunidad puede aportar a sus carreras y repararán poco en su conocimiento sobre el tema. Las mujeres, en cambio, lo percibirán como un riesgo si no creen contar con credenciales sobradas para ello.
Por otro lado, está el cuestionamiento permanente –propio, pero inspirado por la sociedad– de estar “perdiendo” algo a cambio de estar en el poder, y con frecuencia esa pérdida refiere a una vida de familia. El velo que nos descorre Jacinda, dejándonos ver su intimidad es claro ejemplo de ello; le dice a su hija que estará allí la próxima vez que vuelva a clases, y a su pareja lo llama a unirse cuanto antes en matrimonio.
Pero me intriga especialmente la referencia que hacen las dos a estar cansadas. Un cargo de ese tipo es sin duda agotador, pero me parece extraño el plantearlo públicamente así. Justo la semana pasada en este espacio señalaba lo estereotipado del comentario del Presidente de México al sugerir el cansancio de la presidenta de la SCJN, así que no puedo evitar sentir algo de frustración cuando dos exitosas y reconocidas líderes políticas abonan a este discurso de la fatiga femenina. ¿Será que nos sobra sinceridad?
Miriam Hinojosa Dieck