Política

Lo superfluo por lo Indispensable

¿Cuántas horas y cuántos días ha dedicado en las últimas dos semanas el presidente de la república al tema de su debate en torno a la “casa gris” y al posible tráfico de influencias de su hijo? Además de que cada que toca el tema se mete en más inconsistencias y vericuetos. De por sí, en el supuesto de que trabaje AMLO digamos doce horas diarias, parece excesivo el tiempo dedicado a sus “mañaneras”, o sea la quinta parte de su ejercicio cotidiano, muchas veces para decir exactamente lo mismo, atacar a los mismos, defender a los mismos y dar discursos pontificales extra oficio a un grupo conformado en mayoría por entrevistadores a modo o simples “paleros”, ya que resulta inconcebible que en la narrativa y sobre todo en los hechos, se deje de lado lo indispensable por lo menos importante.

La verdad es mucho, muchísimo lo que tiene la agenda pendiente nacional para que el titular del Ejecutivo federal se ocupe más de algo que en efecto le afecta políticamente como pocas veces pero que no es tan fundamental para los mexicanos como la inseguridad agravada, las decenas de personas desaparecidas a diario o la salud. A estas alturas del sexenio, ya fue suficiente para excusas y de atribuir al “pasado” todas las culpas y la “fruta podrida” que dejaron los anteriores gobernantes. ¿Y las acciones presentes? Tampoco vemos que el gasto público se oriente a cuestiones en verdad prioritarias. Así, por ejemplo, mientras se abandonan programas completos de atención y sigue el desabasto de medicamentos en clínicas y hospitales, fondos no faltan para crear una infraestructura que tomará tiempo (quizá nunca) para ser algo rentable. Ahí está el caso de la casi inminente inauguración del nuevo aeropuerto capitalino, que representa ya una inversión aproximada de 100 mil millones de pesos, sin contar las costosísimas obras de acceso que le darán cierta viabilidad, y que en su arranque no llegará a la decena de operaciones comerciales diarias mientras que el aeropuerto actual de la ciudad de México alcanza el millar cada 24 horas. De ese tamaño es la desproporción. Los patrones de la nueva terminal que iniciará en tres semanas más, o sea el Ejército, ve con “optimismo” llegar a las 60 operaciones este año.

Ni qué decir del famoso “tren maya”, glamoroso proyecto que sin duda puede ser gran atractivo para el turismo (al que se le cobrarán 50 o más dólares el boleto por el tramo de Cancún a Playa del Carmen), pero que implicará una erogación que asciende ya a los 200 mil millones de pesos y numerosos conflictos por expropiaciones, errores de mala planeación, cuestionamientos de afectados, dudas de su consistencia en medio ambiente y mucho más. Y ya mejor ni mencionar el asunto de la nueva refinería, que por sí sola y a precios actuales representará alrededor de 12,500 millones de dólares (es decir, 250 mil millones de pesos), a lo que podrían agregarse los cerca de 600 millones de dólares que costó la compra de la refinería texana de Deer Park.

Lo más preocupante de todo es que hay, como se decía, asuntos muy graves que lejos de solucionarse parecen ir empeorando. Es el caso de la cobertura de salud y del abasto de medicamentos. Hace unos días, precisamente al lanzar el programa de apoyo a los niños con cáncer, el gobernador jalisciense Enrique Alfaro fue muy directo en culpar al gobierno federal de evidentes errores que han repercutido severamente en la población, entre ellos la desaparición súbita del Seguro Popular (que de hecho atendía ya a 54 millones de mexicanos), a cambio del ahora INSABI que a tres años no termina ni de organizarse. Y eso no es todo, la desprotección a la población involucra también a los asegurados de las instituciones públicas, ya que se han visto indefensos ante una epidemia que ha cancelado o cuando menos demorado demasiado la atención de otros padecimientos, además del asunto del desabasto de medicinas.

El propio gobernador Alfaro mencionó que en este rubro un simple capricho o simple fobia, obligó al cierre de farmacéuticas enteras, como una planta de producción jalisciense que se dedicaba precisamente a la fabricación de medicinas oncológicas pero que fue atacada hasta por insignificancias por la Cofepris, hoy a cargo de Hugo López Gatell, quien, a su vez recordó, llegó a calificar hasta de “golpistas” a los padres demandantes de medicinas para sus pequeños con cáncer. Por supuesto, en Jalisco tratan de dar ejemplo de cómo resolver tan graves problemas ante la indolencia e incapacidad del gobierno de la república, más interesado en atender sus obras “magnas” y en defensas familiares y políticas de su trillada transformación del país. En suma, la enorme relevancia dada por ese nivel de gobierno a lo superfluo, o cuando menos postergable, mientras se aleja de atender una dramática realidad en la que hacen falta tantas cosas indispensables.

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Miguel Zárate Hernández
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