En las últimas semanas en Puebla las noticias de asaltos, asesinatos y temas de seguridad han acaparado la atención de nuestros espacios informativos lo cual es lamentable. Pero lo más preocupante es que toda esa violencia la estemos normalizando, y que en nuestras familias no hagamos un ejercicio de reflexión de qué nos está pasando como sociedad.
Por eso da enorme vergüenza cuando vemos al senador tabasqueño Adán Augusto López, ex secretario de Gobernación retando a golpes a su homologo panista Enrique Vargas del Villar, en pleno recinto legislativo por alguna discusión que los llevó a perder los estribos.
Conozco de manera personal al ex alcalde de Huixquilucan, y por referencias de sus amigos de la infancia entiendo es un tipo de armas tomar, entrón para los golpes y que de joven nunca les sacaba la vuelta a los pleitos, por lo que ese día del zafarrancho lo vi en su ambiente.
Como ciudadano da pena ver a estos señores desaprovechar la gran oportunidad que tienen con discusiones de barrio, que además suenan más a una parodia de los pleitos entre el Chavo del ocho y Kiko, ambos personajes de Chespirito.
Si realmente quisieran darse un buen tiro como se dice en la colonia, lo habrían hecho en corto y sin reflectores. Eso que hicieron fue una payasada, utilizando la presencia de cientos de medios de información que cubrían la sesión del Senado.
Les quiero hacer un atento llamado a ambos, y especialmente a don Adán Augusto para que tenga prudencia y deje sus bravuconadas para defender al país contra las amenazas de Donald Trump, que quiere expulsar a millones de mexicanos lo cual sería un verdadero caos.
También para que lo rete a un debate, y no a trompadas, a fin de evitar que nos imponga el 25 por ciento de aranceles a los productos nacionales, como medida de presión para que nuestro gobierno cumpla sus caprichos.
En eso, señores senadores, deberían gastar sus energías y no andarse retando a golpes como don Ramón y el Profesor Jirafales y al final eran puro cuento, como seguramente quedará el tema entre ellos, y al rato se irán a tomar un café o un trago para hacer las paces.
Al final ambos deberían pensar en el riesgo que corre nuestra nación, frente a líderes como el presidente estadounidense, que buscan someter a los llamados países emergentes para mantenerlos siempre con el pie en el cuello y dejen a un lado sus pleitos de borrachera legislativa.
