Advierto que si usted es sensible para hacer frente a ciertas verdades en este párrafo puede detener la lectura del texto para que se evite disertaciones en las que seguramente no llegaremos a ningún acuerdo o entendimiento.
Hace tiempo una joven en una conferencia me increpó asegurando que todos los muertos importan, cuando aseveré sin dar contexto a mi afirmación que contar muertos no sirve de nada, pues en primer lugar no detiene el fenómeno de la violencia, en segundo es convertirnos en mensajeros de los delincuentes pues al final eso es lo que quieren y tercero hay de víctimas a víctimas.
Quien por la razón que guste termina en el mundo de las drogas como productor, vendedor, transportador o consumidor asume los riesgos que ello conlleva, en los primeros tres casos para empezar está cometiendo un delito; en el segundo, no necesariamente, pero termina involucrado en un mundo donde la muerte es inherente.
Cuando hablamos de víctimas de homicidio doloso en México refiriéndonos a personas que estaban en las circunstancias aquí expuestas (90% según las autoridades) y no digo que no sea algo que deje de horrorizarnos, lo que digo es que estas víctimas de homicidio en vida, la mayoría directa o indirectamente, colaboraron para tener los niveles de violencia que hoy vivimos. Hay que poner a las víctimas en su justa dimensión y contexto.
El exponer esta situación no considero que sea revictimizar a estas víctimas de homicidio doloso, es contar una realidad que vivimos y que muchos “defensores” de la vida no quieren ver… Sencillo: para no terminar en esas circunstancias de riesgo es mejor no meterse en esos lares. Es doloroso ver a buscadores y buscadoras tratando de dar con sus seres queridos, sí, pero esa realidad también los toca.
¿Qué pasa con el 10% restante de casos de homicidio doloso? Son aquellos preocupantes, aquellos en donde las víctimas generalmente mueren en circunstancias no relacionadas con el crimen organizado, violencia familiar, asaltos, crímenes denominados pasionales están dentro de este supuesto.
No sucede lo mismo por ejemplo con víctimas de otros delitos como el robo, la extorsión, en donde en efecto, la gran mayoría, sino es que todos los que son afectados son ciudadanos de bien que sufren el embate del crimen y justo ellos son los menos visibilizados.
La violencia homicida en 9 de cada 10 casos tiene origen en asuntos atendidos de la peor manera, al menos en los últimos tres lustros.