Es evidente la carencia de autoridad en el país cuando no se tiene control ni siquiera de las personas que se encuentran privadas de su libertad pagando por delitos que cometieron y que en teoría deberían de estarse preparando para su reinserción social, pero no, resulta que muchos centros de internamiento al final terminan siendo sedes para la ejecución de delitos.
Se sabe que desde dentro de las cárceles existe un control férreo de grupos delincuenciales que operan afuera, desde ahí los cabecillas de grupos delictivos siguen ordenando homicidios, controlan bandas de criminales, así como el acceso de sustancias y mercancías, cobran piso y peaje entre dormitorios o secciones de los centros penitenciarios, no es nada nuevo, es el control que el crimen organizado sigue teniendo de quienes trabajan para ellos.
Y eso no es exclusivo de un estado, esta situación se reporta en la mayoría de los centros penitenciarios del país, claro que la gravedad del control que tienen los grupos criminales sí varía entre estados, especialmente entre aquellos que son origen de los cárteles más violentos y de mayor cantidad de integrantes en el país.
Hoy le presentamos un reportaje respecto a la operación de grupos delincuenciales que tienen accesos a cientos de aparatos de telefonía celular, con los que operan desde ahí, por ejemplo, la modalidad más reciente de extorsión que tiene que ver con el robo de las cuentas de Whatsapp, lo que permite suplantar la identidad de la persona a la que le roban su cuenta para extorsionar o pedir dinero a nombre suyo.
Para lograrlo no solo tienen que tener acceso a teléfonos móviles, que no deberían de estar en su poder, sino también a internet, que les permita estudiar a sus víctimas conocer sus datos personales y sus relaciones mediante las redes sociales y por ende necesitan tiempo que se supone deberían de estar destinando a su reinserción y no a delinquir desde el lugar donde están pagando por sus actos.
Claro que esto nos lleva a otro tema, de nuevo la corrupción elevadísima que tiene que haber en las cárceles de México para que los delincuentes puedan operar con impunidad, todo ello se traduce en que las actividades del delincuente no terminen con su internamiento para pagar sus deudas con la sociedad, sino que éste se convierta en otra oportunidad para mantener su imperio de terror.