O los otros datos como ya se ha hecho costumbre en esta administración, parece que a los gobiernos no les entra ni con calzador la total transparencia, pues resulta que es ajeno a sus intereses y prefieren pasar por mentirosos que por eficientes. La transparencia en las acciones de gobierno obviamente traen mayor exigencia y rigor en la aplicación de políticas públicas y por ende parece que prefieren quedar en la mediocridad.
Por ejemplo, la transparencia en el ejercicio de la procuración e impartición de justicia mediante la instauración de los sistemas orales obligó al Ministerio Público a hacerse de herramientas tecnológicas para probar la culpabilidad de un indiciado y a los jueces les obligó al análisis de las pruebas que fueran más allá de una confesión de parte.
Ha obligado a hacer mínimos o escandalosos y de exigencia pública de retiro, el sueldo de los funcionarios públicos aunque hoy es aún difícil conocer sus ingresos, pues en algunos casos dista mucho su estilo de vida del sueldo que reciben, ejemplo de opacidad aún.
Pero realmente me llena de temor cuando la opacidad llega al tema de salud, ayer la Organización Mundial de la Salud calculaba que la pandemia por covid-19 alcanza el doble de muertes de las que registraron las autoridades sanitarias pues según el organismo internacional el cálculo en dos años (2020-2021) es de alrededor de 626 mil personas fallecidas según el último informe sobre exceso de mortalidad.
La cifra calculada es alarmante pues representa el doble de las más de 300 mil personas que murieron por la enfermedad en el mismo período según los datos oficiales de la Secretaría de Salud Federal. El reporte de la OMS es más diligente pues incluye muertes a causa de las fallas sanitarias derivadas del brote.
Lamentablemente si hacemos una analogía epidemiológica, la opacidad es una pandemia, pues difícilmente encontraremos un lugar del mundo con total transparencia, desafortunadamente al igual que en las muertes por coronavirus, México se encuentra en los primeros lugares de opacidad y corrupción en el mundo.
Miguel Ángel Puértolas