Por eso no podemos tener cosas bonitas. Es la expresión coloquial que mejor describe la experiencia de ver It: Capítulo 2. La adaptación de la novela de Stephen King convenció a crítica y audiencia en 2017. Dos años después, su esperada secuela es innegablemente disfrutable, como innegable es que cambió su concepto original para servir a una audiencia superior en número a su nicho.
Pasaron veintisiete años desde que el Club de Perdedores formado por Bill, Berverly, Richie, Ben, Eddie, Mike y Stanley abatió al demoniaco Pennywise (Bill Skarsgård). La vida adulta los llevó por caminos distintos: Bill (James McAvoy) es un exitoso escritor y guionista, Beverly (Jessica Chastain) es una diseñadora de moda casada con un abusador, Richie (Bill Hader) es un comediante de stand up, Ben (Jay Ryan) es un arquitecto tan prominente como solitario, Eddie (James Ransone) es un analista de riesgos, mientras que Stanley (Andy Bean) es socio de una firma contable. Todos ellos reciben la llamada telefónica de Mike (Isaiah Mustafa), el único miembro de la pandilla que se quedó a vivir en el pueblo de Derry, donde todo sucedió. Mike los busca para informarles que Pennywise ha vuelto a dar señales de vida y los siete tendrán que cumplir el pacto de regresar a destruirlo en caso de que volviera. No todos están de acuerdo, no todos siquiera recuerdan haber hecho el pacto. El trauma que los marcó de niños conseguirá que todos acudan sin falta a esta forzada reunión de amigos de la infancia.
Andy Muschietti está de regreso como director. Tratándose de secuelas, esto siempre será buena señal: no hay director que se respete al que le guste hacer segunda partes, siempre y cuando cierta libertad artística le sea asegurada. Muschietti filmó decidido a evitar que su película se comporte como secuela convencional. Desde el arranque se nota el dinamismo con que retoma el hilo de cada personaje, la creatividad con que traza los momentos de horror, el incremento de la violencia gráfica como diferenciador del cine inofensivo, apto para todo público. Cuando Pennywise no está a cuadro, la interacción entre las versiones adultas de los perdedores son una antesala amenísima a los pasajes sangrientos. A falta de una reunión entre Chandler, Mónica, Rachel, Phoebe, Joey y Ross, me quedo con McAvoy, Chastain, Hader y compañía. Si se pusieran a contarnos lo que hicieron en los últimos veinte años, la película seguiría a flote, siendo muy entretenida, lo cual nos recuerda que, al igual que en la primera parte, el casting es el elemento mejor cuidado de todos. Poco a poco, lo que pudo ser un acierto general, una continuación consistente, va mutando en un proyecto cinematográfico con intenciones que sobrepasan al género de horror. It: Capítulo 2 tiene el calibre de un blockbuster de acción. Específicamente, de una cinta de superhéroes. Más específicamente, de una de Marvel. Las equivalencias están a la mano: un elenco de actores lista A, casi tres horas de duración invertidas en dar cabida a la mayor cantidad de secuencias de acción a gran escala, un cameo del creador de la saga e incluso un segundo acto similar al de Avengers: Endgame. Al parecer, tener al espectador al borde de su asiento gracias a un director que sabe filmar el horror perfectamente ya no es suficiente. Es curioso cómo los síntomas inquietantes sobre el estado actual del cine están representados en los payasos. En el festival de Venecia, El guasón, de Todd Phillips se autoexilió del cine de comics para ser un antihéroe que le habla de tú a Travis Bickle de Taxi driver; y en las salas comerciales, Pennywise sugiere que entre él y Los avengers hay pasos de distancia.
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