Las cintas de Marvel no son simbólicas. Sin embargo, cuando Thanos desapareció a media humanidad con su chasquido de dedos en Inifity War, esa fue una metáfora de lo que Disney haría al estrenar “Endgame”: desaparecer, de hecho, a más de la mitad de la cartelera global. Un fin de semana después de la batalla final de los Avengers, las salas de cine todavía son territorio Marvel, pero las alternativas existen para quienes ya terminaron su participación en el fenómeno Avengers
Nosotros:
¡Huye!, de Jordan Peele se volvió un nuevo clásico del horror no sin recibir su dosis de oposición: para algunos, el director trabajó tanto el subtexto social que su película terminó no dando miedo. En Nosotros, su segunda película, se apega a la definición popular del horror; con una anécdota práctica y la clase de sustos inmediatos que el público prefiere. Gabe y Adelaide Wilson son un matrimonio con dos hijos que pasará unos días en su casa en la playa. El plan se descarrila cuando un grupo de extraños, físicamente idénticos a ellos, aparece afuera de su casa. Así inicia una lucha por sobrevivir en la que la respuesta a todo podría encontrarse en los recuerdos de un incidente en la infancia de Adelaide.
Peele combina ideas de demasiados subgéneros para una sola película: zombies, doppelgänger, invasión al hogar, experimentos fallidos. En defensa de esa ambición, para algunos desmedida, es un director responsable que unifica esta mezcla con congruencia. Nunca nos incomoda ni nos confunde con tal de llegar a un clímax perturbador. Todos los giros de trama que parecen sorpresivos están preparados desde el inicio. Su mayor virtud es es una rara y doble cualidad: ser concreta a la vez que alegórica. Por una parte, da suficientes respuestas para salir del cine con la satisfacción de haber resuelto una película enigmática. A la vez, deja espacio a la interpretación. Si el cine de horror cumple la función de simbolizar los miedos culturales, Nosotros es un picnic de subtexto. Sobre tensión racial, sobre inequidad social, sobre división política. Es un sólido segundo largometraje para Jordan Peele y, definitivamente, lo mejor que ha hecho Lupita Nyong’o.
En los 90s:
El debut de Jonah Hill como director es la ternura encarnada. Sigue las andanzas de un chico que pasa el verano entre su familia fragmentada (madre soltera ausente, hermano mayor violento) y los amigos que hace en una tienda de skateboarding. En temática y estilo, la realización de Hill será comparada y colocada por debajo de precursores del retrato adolescente en la subucultura callejera. Como Gus Van Sant (Paranoid Park, Elephant) o Larry Clark (Kids). Pero Hill es buen discípulo: tiene especial sensibilidad para dirigir actores no profesionales, habilidad para las escenas dramáticamente contundentes y una mirada que toma distancia de los personajes, dejándolos ser con naturalidad. Tomando en cuenta la escuela mainstream en la que Jonah Hill creció profesionalmente, estas cualidades hacen de En los 90 un trabajo admirable.
Ni en sueños:
Fred Flasky (Seth Rogen) se reencuentra con la chica que solía ser su niñera (Charlize Theron) y de la que estuvo enamorado. La diferencia abismal entre ellos es que él es un periodista desempleado y ella es candidata a la presidencia de Estados Unidos. Aunque la química entre ambos es inmediata, Fred no es ,ni de lejos, material para pareja de una candidata presidencial. Ni en sueños deja claro que no tiene intención de satirizar el medio político en el que está ambientada. Prefiere ser una comedia romántica cuyo acto de rebeldía es invertir el balance de poder entre hombre y mujer. Theron y Rogen emanan una camaradería sin igual. Sus gags funcionan, sus besos funcionan. No se diga más.