Cultura

Ciro Murayama, una infamia

“Retrato de familia con Fidel” (Carlos Franqui), “Netchaiev ha vuelto” (Jorge Semprún), “Persona non grata” (Jorge Edwards), “A ciegas” (Claudio Magris), “El misterio de las Tanias” (Sebastián Edwards), “Nuestros años verde olivo” (Roberto Ampuero), “Domingo de Revolución” (Wendy Guerra), “Clandestino” (Maruan Soto), “Hija de revolucionarios” (Laurence Debray), “Volver la vista atrás” (Juan Gabriel Vásquez) y un colmado etcétera —repaso a vuelapluma— se apuntan en las narrativas contemporáneas que hacen del desencanto de la lucha por la transformación social su núcleo literario. Títulos cuyos contenidos lindan siempre entre la realidad y la ficción, disyuntiva que viene de lejos, pero que en la amalgama lograda por sus autores posibilitan una nueva versión de los hechos: verosímil, antes que cierta. Nada nuevo en los mundos de la invención literaria. Recuérdese aquello de que la realidad supera toda ficción.

Con manifiestas pautas de crónica de un tiempo, Infamia (novela iniciática de Ciro Murayama, Ciudad de México, 1971) cuenta la historia de un grupo de hombres y mujeres que hacia la década de los 80 fueron jóvenes en esta Ciudad de México, “marcada por el riesgo y la tragedia”. Espacio geográfico —antes llamado DeFectuoso— donde un narrador omnisciente desplegará la vida de aquellos jóvenes universitarios ocupados por su inserción en las vidas académica y política de su entorno que de la trascendencia marxiana, citada en la misma Infamia, “cuando entendemos que no es un día más sino un día menos, comenzamos a valorar lo que realmente importa”. Y qué otra cosa puede importar más que la vida misma, parece advertirnos la novela, cuando desde las primeras líneas nos revela la muerte del Diablo, compañero de andanzas previas del narrador.

Justo en esa línea a seguir, la de la muerte violenta y misteriosa del Diablo, es que se llevará al lector por los antecedentes una generación con una “varicela revolucionaria, temprana, breve y definitivamente curada. Cuando apenas habíamos empezado la carrera —recuerda el narrador—, entusiasmados por el movimiento estudiantil, los grupos de estudio y las interminables fiestas donde coincidíamos con lo más variopinto de las izquierdas universitarias, lo natural para nosotros era acariciar el sueño revolucionario. Ambos nos fogueamos en ese ambiente, acostumbrados a las fogatas donde los himnos eran siempre canciones de protesta y de la nueva trova cubana. Si la chava que te gustaba llevaba puesta una boina como el Che, en tu mente se mezclaban el romance y la causa, las anisas de la lucha erótica y los cantos de la revolución”.

Ciro Murayama, Infamia, Planeta, México, 2023, 222 pp.
Ciro Murayama, Infamia, Planeta, México, 2023, 222 pp.

En viajes a Nicaragua y a Cuba, narrador y acompañantes llevarán también al lector por la llamada “decepción generacional” sobre los sueños y ejemplos “de nuestras pretensiones libertarias”. “No obstante —leemos en Infamia—, una vez cicatrizadas, aquellas dos heridas en nuestra fe nos sirvieron como una dolorosa pero efectiva vacuna contra otra fiebre que llegaría poco después: la adoración por el zapatismo y la tardía reivindicación de la lucha armada como vía idónea para redimir y curar los males sociales, económicos, políticos y, se pretendía, incluso culturales de nuestro país natal”. A esta suma de “escuela de frustraciones que es la militancia política formal e informal”, sobrevivirá la amistad entre narrador y protagonista, tempranamente muerto.

Pero, quién mató al Diablo, se preguntarán los lectores, tras la lectura de la frase que completa el título de la novela, “el poder corrompe hasta a los rebeldes”. Lo que se sabrá luego de la reingeniería que la narración hace de su actividad, la del Diablo, “cruzada de investigación y denuncia de lo que veía como una traición a los valores en los que se había formado”. “Su obsesión era denunciar y desenmascarar la corrupción que había detectado y que el gobierno negaba una y otra vez atacando a sus adversarios reales o inventados por hacer acusaciones sin sustento”. Más adelante leemos: “El Diablo había estado presentando durante meses críticas a la política social de los gobiernos de la zona metropolitana en seminarios universitarios y entrevistas sueltas en algunos medios locales, pero, sobre todo, había comenzado a dar forma a la divulgación de sus pruebas de corrupción organizada y sistemática”.

Ésta la razón de la muerte del Diablo (infamia no aprovechada desde la narrativa de corte policiaco), en la primera novela de Ciro Murayama, dijimos ya, consejero del Instituto Nacional Electoral durante años (entidad nacida en 1996, y que no aparece en ninguno de los apartados de la misma Infamia).


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Mauricio Flores
  • Mauricio Flores
  • [email protected]
  • Periodista, estudió Ciencia Política y Administración Pública en la UNAM
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