Se ha establecido el tono de la campaña electoral y éste apenas exhibe el saldo profundo atrás de nuestras crisis. El Presidente se ufana de estar por encima de la ley. La reacción, una andanada de vulneraciones en toda dirección. No se necesitaba ser lumbrera para anticipar el efecto. ¿En verdad todo será válido? ¿Sí sabemos que entrados a esa ruta no hay límite? Dos nuevos candidatos asesinados, suma a una cuenta creciente de ellos en pocas semanas. En los hechos, la máxima tribuna, como los suyos, suscriben su muerte a un entendimiento perverso de seguridad democrática.
Pasamos de la intervención del Ejecutivo en asuntos de otros poderes a su ataque frontal contra las garantías de prensa. La mayoría de los que se encontraban frente a él recibieron el petardo. Sus medios no exclamaron. Cuando se difunde lo incómodo no hay vergüenza ni costo político, mejor demandar al periodista de los odios acostumbrados.
La desubicación ontológica es el resultado y modo de gobierno de los últimos años. Toda incapacidad para comprender y diferenciar realidades es natural en quien tiene mala relación con ellas. En Palacio, la falta de distancia consigo mismo no es mero narcisismo y pulsión autoritaria, sino mala pedagogía que complicará la vida nacional sin importar quien llegue a la presidencia.
Entre el monitoreo por parte de militares a los ciudadanos y la falta de vacunas en nombre de una causa vestida de austeridad, las investigaciones periodísticas dando cuenta se diluyen cuando su gravedad se anula en voz de la cabeza del gobierno. Sin embargo, el cambio de parámetros para medir las condiciones del país no se da sólo por las palabras presidenciales. Sin su repetición serían nada, si acaso burla tropical. Siempre se ha subestimado el peligro de quienes juegan al equilibrio y prescinden de principios para apostar por finales.
En el arranque formal de las campañas queda la urgencia por recuperar la relación con la realidad como único camino para traer de vuelta las nociones de consecuencia: sin vacunas se enferma o muere la gente, sin contenedores los militares actúan fuera de la ley. Si las pulsiones autoritarias abundan hay deterioro democrático, por más que se diga pueblo.