Según ChatGPT, “el término posthumanismo sugiere un estado o una etapa más allá del humanismo, donde las nociones convencionales de identidad, cuerpo, cognición y moralidad están sujetas a reevaluación. En lugar de considerar al ser humano como una entidad única y distinta de otras formas de vida, el posthumanismo enfatiza la interconexión y la interdependencia entre los seres humanos, los animales, las máquinas y el entorno natural. Busca superar las dicotomías tradicionales entre lo humano y lo no humano, lo natural y lo artificial, y cuestiona las suposiciones antropocéntricas que colocan al ser humano en el centro del universo”.
Hace unos días tuve la fortuna de ser invitado a participar, como entrevistado, de una investigación que se realiza en el King’s College London. Pablo, un estudiante que busca obtener su grado de Maestro en Cultura Digital y Sociedad, lleva a cabo un proyecto en el que recoge testimonios de artistas latinoamericanos usuarios de nuevas herramientas, como la inteligencia artificial, buscando comprobar si existe entre ellos (nosotros) una aproximación posthumana a la creatividad. Durante nuestra charla, surgieron varias ideas que me gustaría recuperar en este texto.
Se nos ha dicho que el arte es una actividad humana por excelencia, imposible de replicar por nadie ni por nada, jamás. Cuando aparecieron herramientas como DALL-E, Kaiber, Midjourney, etc., descubrimos que no era así. Que objetivamente, las IA pueden hacer arte, y que ahora mismo lo están haciendo. Aun cuando esto es un hecho cuya veracidad no está sujeta a debate, los sectores más conservadores de la comunidad artística insisten en que solo-los-humanos-pueden. Bien. Vamos al núcleo de este asunto: ¿cuánto daño se ha hecho al medio ambiente pensando que somos la especie más acabada, la joya suprema de la evolución? Esto por citar un ejemplo, el más socorrido, que me ayude a explicar por qué ese humanismo tan defendido a capa y espada es una idea peligrosa.
Un enfoque antropocéntrico en el arte acarrea, a su vez, otro problema: la idea del autor-genio original. Para entender a qué me refiero, basta con ver cómo las editoriales trasnacionales dependen de la mitificación de sus autores para vender libros: entrevistas con tal autor sobre su atípica historia de vida y las vicisitudes que debió atravesar para escribir su nueva obra, cápsulas en video sobre su destacada trayectoria, etc. Y, ¿el libro? Termina siendo lo de menos. En 2023, seguir pensando en autores genios-excéntricos, inspirados, que arrojan al mundo sus cuasi-divinas obras para guiar el camino de las gentes comunes, es ridículo y anacrónico. Ahora se discuten ideas alternativas de lo que es un autor, ideas que ponen en crisis la retórica del individualismo neoliberal meritocrático y buscan entender la escritura como una actividad de naturaleza colaborativa y democrática.
Usar las IA para generar piezas de arte es un forma de decir: no sólo los humanos somos capaces, y como especie, no estamos en el centro (respecto de las otras especies, ni respecto de las máquinas a nuestro alrededor). La mayoría de nosotros somos prácticamente cyborgs dependientes de nuestros dispositivos electrónicos para ejecutar muchas de nuestras actividades cotidianas. Pero esa tecnología, desde arriba, ¿para qué se usa realmente? Han sido muy sonados los casos en que las redes sociales fueron empleadas, intencionalmente, para la desinformación. “Fake news”. Hoy sabemos que la IA se utiliza para redactar artículos, potencialmente pagar menos salarios, y aumentar los clics y las ganancias de las empresas de medios como BuzzFeed.
En un mundo en el que los avances tecnológicos son empleados para reproducir relaciones de producción capitalistas, el que los artistas reclamen esas mismas herramientas para producir arte nos recuerda que a la tecnología se le pueden y deben dar otros usos. Esa es la revolución del arte IA: cuestionar el antropocentrismo, proponer nuevas formas de entender la autoría, y reclamar el uso de tecnologías que de otro modo serían utilizadas exclusivamente con fines poco éticos, siempre al servicio del aumento de la ganancia.
No solo se trata de que el arte adorne, se trata de que nos enseñe nuevas maneras de existir, de relacionarnos, de entendernos como parte de una interconexión e interdependencia con todo lo que nos rodea. Y que incomode, sí, todo lo que tenga que incomodar, a quien tenga que incomodarle. Eso también hace el arte. Eso también debe hacer.