La historia de hoy no habría salido a la luz sin el ejercicio de escrutinio que un reducido grupo de ciudadanos de la capital del estado decidió realizar ante un suceso muy común en nuestras ciudades: la remoción de árboles de la vía pública, sea justificada o no.
El caso es que llamó la atención que desaparecieron de la vía pública cinco árboles que se encontraban sobre el Paseo de la Presa, casi a la altura del Callejón del Cambio. Como la conciencia ecológica está a flor de piel los ciudadanos se organizaron y a través de redes sociales denunciaron un ecocidio.
En lo personal, aunque comprendí la indignación de los inconformes, supuse que se trataría de uno de los muchos trámites de este tipo que cotidianamente se autorizan por parte de las autoridades competentes, mediante un previo y sencillo análisis de impacto ambiental y, en su caso, aplicación de medidas de mitigación.
Gracias a la regidora de oposición Paloma Robles, quien solicitó e hizo público el expediente sobre el particular, se pudo conocer el desaseo con que se consumó la afectación al ambiente: tras la solicitud de un particular, el área correspondiente hizo una somera revisión partiendo de la información proporcionada por el interesado; cuatro firmas resultaron suficientes para acreditar la anuencia de los vecinos, y poco más de mil quinientos pesos fueron necesarios para autorizar el corte y retiro de los cinco ejemplares.
Aunque en un primer momento el alcalde Alejandro Navarro se deslindó, no se aguantó las ganas de calificar a los ecologistas como “anarquistas” por “oponerse a todo”. Ahora le debe quedar claro que razón no les faltó. _
Mario A. Arteaga*
*Periodista de investigación. Ex servidor público de carrera