La semana anterior dábamos cuenta en este espacio del inicio formal del proceso electoral para el 2021, el cual aunque se realizará hasta el domingo 6 de junio, todo parece indicar que estará marcado por la pandemia del nuevo coronavirus, cuya contingencia sanitaria lleva prácticamente seis meses ya y que hasta este momento nada parece indicar que se habrá retirado del todo en los nueve meses que distan de la jornada electiva. Y cada vez que se aproximan unas elecciones federales, suele decirse que se trata de las más complejas de la historia del país. En esta ocasión no será la excepción.
Para que acuda a sufragar un padrón electoral a nivel nacional de más de 95 millones de electores, se instalarán alrededor de 165 mil mesas de casilla. Para conformarlas, se reclutará a millón y medio de funcionarios electorales ciudadanos, y para ello será necesaria la nada despreciable cantidad de 12 millones de visitas domiciliarias a cargo de un ejército de Supervisores y Capacitadores Asistentes Electorales.
El día de la jornada electiva que tendrá lugar en menos de nueve meses, la cita de los ciudadanos con las urnas permitirá elegir 500 diputados federales que conformarán la LXV legislatura al Congreso de la Unión, 15 gobernadores, un total de mil 063 diputados de 30 congresos estatales, y mil 926 ayuntamientos en 30 estados, entre ellos Guanajuato. Los candidatos de los ocho partidos políticos nacionales con registro ante el Instituto Nacional Electoral, así como los de las fórmulas ciudadanas, en los casos que las hubiere, centrarán sus esfuerzos para obtener la simpatía y el voto ciudadano. Para ello, en campañas políticas y otros gastos de operación dispondrán de una bolsa de más de 7 mil 226 millones de pesos.
Sería conveniente reflexionar acerca de todas estas acciones que se realizan cada trienio y sexenio a fin de renovar y reconformar los podres Ejecutivo y Legislativo de los tres ámbitos de gobierno. Una manera de corresponder como ciudadanos y electores sería a través de una copiosa participación que logre vencer el abstencionismo, así como la emisión de un voto libre y razonado eligiendo de entre las posibilidades de la boleta a los mejores perfiles.
En tiempos de crisis como los actuales ha quedado de manifiesto que es preferible tener un buen gobierno y representantes populares en un mal momento, que a los peores políticos gobernando en el peor momento posible.
A las autoridades que habrán de ser electas y tomarán posesión de su encargo les tocará conducir los destinos del país entre aguas turbulentas, y no se entienda por ello solo a las propias de la política y politiquería, según el caso, sino en un sentido más amplio el entorno adverso que priva a nivel mundial a causa del covid-19.
Puede afirmarse que el sistema democrático que se tiene actualmente es oneroso, pero también es cierto que sale más caro no tenerlo. En la historia reciente se tiene registro de un régimen autoritario, violatorio de las garantías ciudadanas, corrupto y que durante años detentó el poder de una manera grotesca, e hizo de las arcas públicas materia de botín al que se atracó sin rubor. Si se vuelve a establecer, que sea consecuencia de las fallas mismas del sistema, y no por la apatía ciudadana. De eso se trata.
Periodista de investigación. Ex servidor público de carrera
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