Este año se cumplen cuatro décadas de la primera campaña gubernamental de gran alcance acerca de la importancia del uso racional del agua. Sí, ya pasaron 40 años desde que Amanda, una empleada doméstica, cayera en la cuenta gracias a la ayuda de un simpático niño que lavar la bicicleta del panadero a chorro de manguera no era otra cosa más que un despilfarro irracional del vital recurso.
Cuarenta años han pasado desde aquél ¡ciérrale, te la estás acabando!, y justamente 35 años ya del clásico “gota a gota, el agua se agota”. Varias generaciones y gobiernos de distintos signos partidistas han pasado y cada vez se agudiza más la crisis hídrica.
En León, como en las principales zonas urbanas del país, con el inicio de la temporada de estiaje cada vez es más común el tandeo en el suministro del servicio, que al turnar el abasto del agua por grupos de colonia busca garantizar un reparto equitativo y, sobre todo, administrar el escaso recurso para evitar un desabasto total.
Los fenómenos climáticos que año con año suelen presentarse en forma de una ola de calor acompañada de extrema sequía, para después pasar a una temporada de lluvias torrenciales se han vuelto tan comunes por lo menos desde un cuarto de siglo, que podríamos afirmar que tendremos la típica “sequía atípica”, seguida de inundaciones, producto de las típicas “lluvias atípicas”.
Mientras tanto, los organismos municipales operadores de los servicios de agua potable hacen lo que pueden con el presupuesto que tienen para entregar un abasto razonablemente eficiente.
La responsabilidad del uso racional del agua recae en el usuario final, no solo el doméstico sino sobre todo en el comercial e industrial, pues cada vez más se avanza en la exigencia de procesos amigables con el medio ambiente y el saneamiento del agua para su reutilización.
Estimaciones serias alertan que el día cero no está muy lejano. Todo parece indicar que, de llegar, tocará a esta misma generación afrontarlo. ¿Cómo nos preparamos?